Arte por fuera y arte por dentro, de congresos y muestras
Resumen
En nuestro quehacer como arteterapeutas es indispensable ver arte, y mucho, ya que nuestra profesión requiere que además de la teoría propia del campo del arteterapia, manejemos conceptos provenientes de la psicología y tengamos un buen conocimiento de la Historia del Arte. El pasado mes de noviembre, en Madrid, tuve la suerte de que se diera una maravillosa coincidencia entre el Congreso de Aletheia “Arteterapia, Trauma Psíquico y Memoria Emocional” y un par de muestras de Art Brut que oficiaron como telón de fondo del evento.
Palabras clave: Art Brut, Congreso Aletheia, Arteterapia, Outsider Art.
El Ojo Eléctrico (en La Casa Encendida)
Ni bien puse un pie en Madrid me dirigí a La Casa Encendida, un Centro de Exposiciones ubicado a metros del Museo Reina Sofía y en donde se presentaba “El Ojo Eléctrico”, una pequeña selección de Art Brut proveniente del Centro de Arte Olivia de São João da Madeira, Portugal. La muestra reunía no solo a artistas de Europa y Estados Unidos, sino también de Asia, África, América Central y Sudamérica. Se podían ver obras de 41 artistas, desde inicios del siglo XX hasta la actualidad y, como en toda muestra de Art Brut, estaban presentes las categorías que encontramos en estas producciones: cosmogonías, visiones, profecías y mensajes encriptados. Con sumo placer pude ver, por primera vez en vivo, obras de Adolf Wolfli (1864-1930), quien era un esquizofrénico crónico con síntomas paranoicos. No solo nos legó una prolífica producción plástica, sino también una apabullante producción literaria y musical de más de 25.000 páginas, que ha servido de inspiración a músicos vanguardistas.
Me impactó la obra de Madge Gill (1882-1961), una médium británica que realizaba dibujos de pequeño formato en tinta china, pero también imponentes obras de hasta 30 metros. Toda su vida estuvo marcada por avatares trágicos: hija de madre soltera, a los 9 años fue entregada a un orfanato y de allí enviada a Canadá como mano de obra infantil. A los 18 años volvió a Londres, donde se casó con un primo y dio a luz a varios hijos, hasta que el último nació muerto y con malformaciones, ocasionándole una enfermedad a raíz de la cual perdió un ojo. Hacia 1920 comienza su trabajo creativo. Pintaba bajo la guía de un espíritu al que denominó Myrinerest y su prolífica obra quedó guardada en su desván, ya que no podía desprenderse de ninguna de sus creaciones, que en la actualidad se encuentran en diversos sitios tanto de Inglaterra como de Austria y Suiza, formando parte de la famosa colección de Art Brut de Lausanne.
Con sumo placer pude ver, por primera vez en vivo, obras de Adolf Wolfli, quien era un esquizofrénico crónico con síntomas paranoicos. No solo nos legó una prolífica producción plástica, sino también una apabullante producción literaria y musical.
Esta muestra también contaba con producciones de creadores contemporáneos calificadas como Art Brut, cuyas obras se exhiben hoy en día junto a las de reconocidos artistas profesionales, es decir, formados en arte. Entre ellas me impactaron las de Albino Braz, un campesino de origen italiano con un diagnóstico de esquizofrenia que se estableció en Brasil. Allí estuvo internado casi dos décadas hasta su muerte, dejando una prolífica producción.
También Frédéric Bruly Bouabré, nacido en Costa de Marfil, quien tuvo una visión que lo llevó a producir más de mil tarjetas de tamaño pequeño, además de crear un silabario de 448 letras cuyo propósito era transcribir la tradición oral de la tribu de la cual él provenía, los Bétés.
Ceija Stojka: esto ha pasado (en el Museo Reina Sofía)
El Museo Reina Sofía exhibía una retrospectiva de Ceija Stojka, una artista resiliente austríaco-romaní. La muestra propone un recorrido por la historia de infancia de Ceija, quien, junto a su familia gitana, fue deportada a los diez años y sobrevivió a tres campos de concentración. Le llevó cuarenta años poder dar cuenta de esa traumática y horrorosa experiencia a través de escritos, dibujos y pinturas.
Esta muestra también contaba con producciones de creadores contemporáneos calificadas como Art Brut, cuyas obras se exhiben hoy en día junto a las de reconocidos artistas profesionales, es decir, formados en arte.
La muestra estaba organizada en cuatro secciones temáticas. Mientras viajábamos nos plantea escenas idílicas anteriores a la guerra; allí realiza coloridos retratos de la naturaleza. La Caza da cuenta del inicio de la pesadilla, su padre es el primero en ser deportado al campo de concentración de Dachau. La familia se refugió en un bosque y esto nos muestra la poderosa obra “Ohne Title” (Sin Título), donde percibimos las miradas aterrorizadas de quienes se esconden entre la maraña de ramas y hojas para no ser apresados.
La tercera sección, La experiencia en los campos, es la más dura y, en muchos casos, me fue difícil permanecer indiferente ante la imagen. Si vemos una fotografía de estos crímenes, sabemos que el fotógrafo ha captado un instante de la realidad, pero el ojo de la cámara opera como algo que separa al sujeto de lo que está retratando. En cambio, observando las pinturas de Ceija, “vemos” a través de los ojos de una niña de 10 años una realidad incomprensible, monstruosa, terrorífica. Es así como con Stojak cuenta que en el campo de Bergen-Belsen sobrevivió entre cadáveres comiendo la savia de ramas y plantas que encontraba. Ciertas imágenes cobran relevancia simbólica y aparecen en muchas obras, principalmente el cuervo y el perro. El primero, asociado al mal augurio, pero también a la posibilidad de volar más allá del horror. El segundo, representante de la brutalidad de los torturadores.
La última sección, Regreso a la vida, versa sobre la liberación de Ceija y su madre, quienes regresan a Viena, donde se reencuentran con el resto de los hermanos. Su obra de este período recupera algo de lo idílico de la primera sección, y entonces aparecen naturalezas muertas, girasoles (conocidos como “la flor del gitano”) y, especialmente, la apelación a la iconografía cristiana, con una multiplicidad de representaciones de la Virgen María.
Congreso Internacional Aletheia: Arte, Arteterapia, Trauma y Memoria Emocional (Universidad Complutense de Madrid)
Las muestras que vi crearon la sintonía perfecta para el Congreso Aletheia, donde la variedad y riqueza de las presentaciones estuvo en línea con una excelente organización, de la mano de Marián López Fernández Cao. El Congreso fue intenso, con dos participantes extranjeros que nos invitaron a reflexionar sobre temas comunes a todos los arteterapeutas. En primer lugar, Cathy Malchiodi, de Estados Unidos, disertó sobre “Terapia de Artes Expresivas, Salud y Bienestar: un modelo de Cuatro Partes para el Compromiso Centrado en la Curación”. Luego, siguió una videoconferencia a cargo de Bessel van der Kolk, de origen holandés pero radicado en Boston, cuyo tema fue: “El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, Mente y Cuerpo. Una perspectiva del desarrollo”.
El Museo Reina Sofía exhibía una retrospectiva de Ceija Stojka, una artista resiliente austríaco-romaní, quien, junto a su familia gitana, fue deportada a los 10 años y sobrevivió a tres campos de concentración.
Todas las ponencias fueron brillantes, motivadoras, convocantes, pero me voy a detener un momento en la clase magistral de Nadia Colette: “Componentes traumáticos del sufrimiento en el final de la vida. Una aproximación desde el arteterapia en cuidados paliativos”. Asistimos a una lección de humanidad a través de la exposición de casos clínicos concretos y la delicada intervención que, desde el arte, posibilita conectar con vivencias que preludian el fin de la vida y lo que se encuentra más allá de esta: lo transpersonal, que lleva a lo más profundo y lo que muchas veces es tan difícil de aprehender: la propia espiritualidad. Al abordar temas tan sensibles como la enfermedad y la muerte, la presentación de Nadia fue altamente movilizante y enriquecedora.
El cierre del Congreso nos permitió disfrutar de una creación colectiva de la mano de Vertebradas Artes Escénicas, con dramaturgia y dirección de Laura Suárez. Una performance teatral inclusiva titulada “Diversas Mujeres”.
Se trató de un espectáculo rebosante de arte y emoción, cuyo propósito último es el de “visibilizar a la mujer por el simple hecho de serlo”. Con textos de Federico García Lorca y Heiner Müller, un grupo de 13 performers nos sumergió en un mundo de sonidos, movimiento, palabras y sensaciones que perduraron mucho más allá de la experiencia en sí. Digno final a tres intensas jornadas que nos dejó con ganas de más, porque el arte, dentro y fuera del museo, hace que la vida valga la pena ser vivida.
Cómo citar este artículo:
Formaiano, L. (2020). Arte por fuera y arte por dentro, de congresos y muestras. Arteterapia. Proceso Creativo y Transformación, 7 (10-13). Recuperado de: https://arteterapiarevista.ar/arte-por-fuera-y-arte-por-dentro-de-congresos-y-muestras/