Resumen
A partir de una investigación desde el cuerpo, dentro del campo de la pintura, surgió la necesidad diseñar un atril que permitiera revertir la posición corporal, y también algunas ideas naturalizadas acerca del cuerpo humano y los procesos creativos.
Palabras clave: atril, easel, art, Frida, Feldenkrais.
Durante una clase del Método Feldenkrais tomé conciencia de que estando en posición horizontal mi comprensión sobre lo que escuchaba era diferente a cuando estaba de pie. Probé esta hipótesis en repetidas ocasiones: me ponía de pie y me acostaba de manera intermitente para comprobar esa percepción. Mis conclusiones fueron que al estar de pie me preocupaba por comprender a la perfección lo que estaba escuchando, y esta preocupación interfería en la capacidad de prestar atención. En cambio, al acostarme disminuía la presión por estar atenta al entorno y creía poder hilar más libremente lo que ocurría a mi alrededor.
Además de funcionar como metáfora del proceso creativo, como búsqueda del sentido de continuar pintando en la contemporaneidad o como posibilidad de renovar los votos con la pintura, es asimismo una solución física concreta para quienes se encuentran en situaciones de movilidad reducida.
Así empezó a gestarse la idea de construir un atril para pintar en posición horizontal. Aquella experiencia ligada a la autopercepción, coincidió con un artículo que leí más tarde, en el que Moshé Feldenkrais explicaba que cuando estamos acostados, el sistema nervioso no tiene que ocuparse de mantenernos de pie contra la fuerza de gravedad y se desestructuran los patrones musculares, lo que permite la asimilación de información nueva, además del aprendizaje[1].
A partir de esta investigación desde el cuerpo, surgió la idea de un dispositivo de experimentación de la horizontalidad dentro del campo de la pintura[2].
Partiendo de una necesidad personal, la horizontalidad representó un cambio de perspectiva necesario para crear normas propias y despertar al cuerpo subyacente, diferente a los otros cuerpos, y resultó de utilidad para más personas.
Este artefacto indica la postura corporal, que a su vez formatea el proceso. Junto con el atril, la posición corporal se revierte, y tal vez también se reviertan algunas ideas naturalizadas acerca del cuerpo y de los procesos creativos. Si el pintor pretendía decir algo mediante la pintura, la pintura es la que da respuestas; si antes actuaba sobre la pintura, esta actúa ahora sobre el pintor.
Algo que merezca ser pintado
Tomando el atril como símbolo de la pintura de caballete, su posición vertical es revertida hacia la horizontal para buscar correspondencias con nuevos procesos creativos.
Además de funcionar como metáfora del proceso creativo, como búsqueda del sentido de continuar pintando en la contemporaneidad o como posibilidad de renovar los votos con la pintura, es asimismo una solución física concreta para quienes se encuentran en situaciones de movilidad reducida. Sus antecedentes directos son los atriles que Guillermo Kahlo construía para su hija Frida, la conocida pintora mexicana que, después de un trágico accidente y muchas intervenciones quirúrgicas, pudo seguir pintando en la cama.
Alterar la posición erguida del cuerpo humano propone una reflexión sobre algunas ideas naturalizadas acerca de los cuerpos y de los procesos creativos. Personalmente, convivo con una escoliosis[3] que, si bien no me impidió llevar una vida cercana a lo normal, trajo consigo, además de dolores físicos, la sensación de estar “errada”.
La horizontalidad podría funcionar como alegoría de estar dormido en las normas y necesitar despertarse (ya que también esta posición posibilita dormir y entrar en un estado de ensoñación), pero desde el universo de este atril resulta ser a la inversa: la horizontalidad es una reacción a las convenciones de normalidad y funcionalidad implícitas en los cuerpos comprendidos por nuestra sociedad.
El arte mejora el bienestar físico, mental y emocional del individuo: posibilita el contacto con los sentimientos, colabora con el manejo de los síntomas, amplía las habilidades cognitivas, y es una vía de contacto y comunicación con el entorno
Partiendo de una necesidad personal, la horizontalidad representó un cambio de perspectiva necesario para crear normas propias y despertar al cuerpo subyacente, diferente a los otros cuerpos, y resultó de utilidad para más personas.
Después de aquellos experimentos que consistían en alternar entre estar de pie y acostada, volvió a mi memoria una película japonesa que había visto años atrás: El sabor del té (2004) de Katsuhito Ishii[4]. En ella, los personajes son atravesados por experiencias imaginarias y reflexivas cuando están acostados. Esta dirección del cuerpo humano con respecto al espacio parece ser un hábito incorporado a la cultura japonesa, al igual que la proximidad que mantienen con el suelo, del que disponen, más que como lugar de paso entre ambientes o artefactos, como espacio utilizable en sí mismo. La película sucede entre situaciones de la vida corriente de los personajes y escenas en las que se ve a cada uno de ellos recostado en tatamis, en el pasto o en el deck, funcionando estas últimas como intervalos resolutivos de sus conflictos cotidianos. Algunas preguntas se dispararon: ¿Será la postura horizontal liberadora del flujo de información entre la persona y el medio, y generadora de actividades que no son posibles en vertical? ¿Qué diferencias hay entre leer acostado y con el tronco horizontal? ¿Será posible acercarnos al cerebro primitivo, previo al homo erectus, por medio de posiciones del cuerpo?
Pintando en el hospital
Desde el año 2010 la Asociación Civil Vergel lleva adelante el programa “Pintando en el hospital”, dentro del Equipo de Cuidados Paliativos del Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”[5]. El programa ofrece clases de arte personalizadas a niños, niñas y adolescentes que atraviesan internaciones prolongadas.
Según la artista Catalina León, directora de Vergel, “la actividad apela al aspecto vital y creativo de les niñes, a través de su capacidad de seguir creando y aprendiendo”. El arte mejora el bienestar físico, mental y emocional del individuo: posibilita el contacto con los sentimientos, colabora con el manejo de los síntomas, amplía las habilidades cognitivas, y es una vía de contacto y comunicación con el entorno[6].
El equipo docente que lleva a cabo el proyecto “Pintando en el hospital” puede trabajar con facilidad con atriles de mesa comunes con los pacientes que se incorporan para pintar, pero necesita de este atril en particular para los casos de movilidad reducida de quienes necesariamente están recostados boca abajo, boca arriba o de costado. Debido a los buenos resultados del sistema que se ha ido integrando con éxito en el Hospital Gutiérrez, nos concentramos en la divulgación de este dispositivo en otros espacios y, al mismo tiempo, en la búsqueda de fondos que permitan la construcción a escala del prototipo ya probado.
[1] De acuerdo con Elizabeth Beringer: “Durante las clases, el sujeto está acostado en el suelo, en posición prona o supina, pues así resulta más fácil desestructurar los patrones musculares. […] el sistema nervioso no recibe los estímulos aferentes habituales causados por la gravedad, y los impulsos eferentes no se organizan de acuerdo con los patrones usuales […]. El objeto principal no es entrenarse en lo que uno ya conoce, sino descubrir reacciones desconocidas para aprender una forma de actuar más adecuada y agradable” (La sabiduría del cuerpo. Recopilación de artículos de Moshé Feldenkrais. E. Beringer, 2014, Málaga: Sirio, p. 132).
[2] El primer prototipo fue presentado en 2018 como proyecto de Tesis para el Posgrado de Diseño Conceptual en la Universidad de Tres de Febrero. Con la ayuda de Taller X (Instagram: juanballesterosx), fue construido el primer dispositivo móvil de madera. La altura y la posición son ajustables, puede ser plegado y se desarma en cuatro piezas para su fácil traslado. Puede sostener cualquier soporte rígido, como bastidores, blocks o libros de hasta 55 cm de lado.
[3] Desviación de la columna vertebral.
[4] The taste of Tea (2004), Japón, Katsuhito Ishii.
[5] Hospital público de alta complejidad, ubicado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Argentina).
[6] La Asociación Civil Vergel es una ONG que contribuye a la instauración de la práctica artística como una herramienta complementaria para la salud, de manera que pueda mejorar la calidad de vida de personas que padecen enfermedades crónicas, que están recibiendo tratamientos curativos y/o que no responden en forma correcta a estos. El programa “Pintando en el hospital” llega a niños, niñas y adolescentes de entre 3 y 18 años, en su mayoría provenientes de familias de escasos recursos económicos de distintos puntos del país y de países limítrofes (sitio web: http://vergelarte.org/).
Cómo citar este artículo:
Harari, L. (2019). Bajo el ala de la pintura. Arteterapia. Proceso Creativo y Transformación, 2 (4). Recuperado de: https://arteterapiarevista.ar/bajo-el-ala-de-la-pintura/