Proponemos la investigación como metodología clínica, construyendo de manera intersubjetiva nuestro andar, a diferencia del modelo de investigación de la ciencia dura, que supone otros procedimientos de contraste y control, con un enfoque estadístico y normativo necesario para sus fines objetivos.
Bifrontes
Estamos adiestrados desde una lógica “científica” para pensar el lado llano y visible de las ideas, mas las zonas inciertas, caóticas, imprecisas, típicas del arte, son excluidas. Es necesario buscar tanto las variables estables como las inestables para incluir sus órdenes y sus desórdenes, pensándolas como sistemas críticos y, por lo tanto, inestables. La impredecibilidad genera riquezas creativas, supone un ordenamiento mayor, un estado de mayor potencial donde no está todo dicho ni predicho. La previsibilidad es una ilusión positivista que intenta conocer y manejar todas las variables, provocando muchas veces así una implosión, un estallido del sistema, al dejar afuera de lo posible de expresión, lo no dicho, lo inexpresado.
Y el arte, en tanto metáfora, complejidad, presencia en la representación, es un terreno de muchos y diferentes decires.
El arteterapia es bifronte… ni arte, ni terapia, es más como el filo de lógicas diversas, conjugadas en un borde inacabable, su andar persiste mientras sostenga ambos mundos y no decida entrar solo en uno de ellos. La conjugación de dos mundos tiene como espacio de unión un borde con un determinado grosor, que funciona como una bisagra que los articula de algún modo. Ese borde, como si se tratara de la orilla de un mar o de un margen, permite andar entre esos dos mundos (la tierra, el mar, el cielo; el arte, lo terapéutico). Ese espacio atrae tránsitos, demoras, velocidades, contemplaciones y acciones en la posibilidad de vislumbrar el otro frente.
Lo “bifronte” se apoya en uno de ellos pero no pierde el otro frente de la vista, navega en andares cercanos y profundos que hace que la construcción de ese hacer componga nuevos posicionamientos subjetivos.
El hacer del arte conjuga metafóricamente, síntesis simbólica de lo humano mismo; en un trazo, un gesto, una palabra o un sonar, se devela la condición de la fuerza y la vulnerabilidad que habitan y coexisten en lo imposible del ser, haciéndolo, al menos, visible.
El hacer de lo terapéutico tiene como sitio de la mirada esa particular modalidad del otro de vivenciar la realidad de su mundo y de cómo puede ser posible lograr una torsión o un desvío en esa construcción que habilite otras modalidades subjetivas más potenciadoras.
El hacer arteterapéutico propone caminos metaforizantes para una transformación. Es un hacer en lo real que trans-forma cosas, sustancias, objetos, discursos, y que habilita vislumbrar otras transformaciones de orden simbólicas y subjetivas. Un gráfico de toroides en movimiento podría representar lo interno y lo externo como momentos de un proceso íntegro: el adentro del sujeto, el afuera del objeto, el adentro del objeto, el afuera del sujeto.
Claro está que esa juntura de espacios requiere y ofrece muchos ámbitos de reflexión y pensamiento para procesar todo lo que allí sucede y se pone en juego, para comprender esas particulares modalidades de articulación de ambos mundos, para, incluso, “aceitar” la bisagra o revisar su óptimo funcionamiento.
El arte como recurso terapéutico (y otras preposiciones: en, entre, de, desde, hacia, por, sin) abre caminos para el fortalecimiento de lo sano y la reparación posible de los padecimientos subjetivos en pos de una cura. Pensar los recursos, los cursos (caminos), las recursiones, las incursiones, plantea un mapa de sendas a recorrer en implicada atención responsable. Evidentemente, el plano actitudinal es condición necesaria –aunque no suficiente– para poder abrir estos caminos.
Métodos…
¿Cuáles son los debates del arteterapia con el método científico? ¿Cuáles son las luchas con el paradigma positivista? El método científico procura una definición precisa de su campo de injerencia y tiene una estructuración que argumenta por qué pone cada disciplina su barrera.
Primer punto: ¿Quién espera – qué cosa – para ser explicada?
Segundo punto: ¿Qué es explicar? Argumentar razones, justificaciones de causas y efectos.
El método científico tiene que ver con este carácter analítico de separar cada elemento (análisis significa “separar cada parte”); si el paciente hizo un movimiento hacia la derecha o hacia la izquierda, será (…xxx…).
Pensamos otro recorrido más integrador, no exclusivamente desde un discurso de sesgo academicista y tecnocrático que procura la comprobación observable de los hechos, sino el de la indagación, la escucha activa, el acompañamiento, la continua revisión de lo identitario, en pos de la potencia del sujeto en su singularidad.
Proponemos la investigación como metodología clínica, construyendo de manera intersubjetiva nuestro andar, a diferencia del modelo de investigación de la ciencia dura, que supone otros procedimientos de contraste y control, con un enfoque estadístico y normativo necesario para sus fines objetivos. Claro está que de forma continua deben corregir sus procedimientos según los resultados obtenidos.
¿Cómo saber entonces si el camino que tomamos en la praxis es el correcto, es el que nos lleva hacia donde pre-tendemos? La palabra <investigar> proviene de “ver en los vestigios” (in por dentro). Y el término <corrección>, aquí, significa “regir con”.
Investigar clínicamente supone, como primer punto, preguntarnos (y explorarnos) acerca de cómo vemos los vestigios (¡a veces lo obvio nos es invisible!). Luego, evaluar de modo general si hemos de tomar esos vestigios o hemos de descartarlos, lo que hará que investiguemos por ahí o sigamos otro andar. Si no los tomamos e insisten, es entonces alguna resistencia de nuestra parte la que no los toma, es decir, algún punto ciego o resistente ante una e-videncia que queremos evitar. De nuevo, tendremos que torsionar la percepción para ver lo invisible.
Como metodología, una manera de concebir el andar es seguir investigando (viendo vestigios) aunque estemos –o supongamos estar– en el proceso apropiado. Porque aunque creamos saber de qué se está tratando, siempre nos podemos sorprender, por eso, la íntima conexión con la mirada crítica. A esto me gusta llamar “humildad epistemológica”, y es una advertencia continua de nuestro no saber.
Respecto de investigar metodológicamente, todo el tiempo estamos haciendo pasos de un camino que, a la vez, se hace al andar. De alguna manera, por el carácter dialéctico entre lo buscado y lo encontrado, la metodología es puro estallido, múltiples vías potentes que se abren… estoy acá; ahora: ¿adónde voy? La previsión de ese camino (método) nos permite tomar elementos del recorrido hecho o a hacer y sirve para no perderse tanto… da un marco para estar en esa ida y vuelta. Porque no se puede pensar de manera lineal ni simple lo creativo. No estamos midiendo gotas en una lluvia, estamos en la complejidad de la transformación subjetiva a través del arte.
Para investigar, necesitamos preguntarnos. La pregunta es clave, es el motor que indaga en busca de ampliar visiones, campos. Incluso es más relevante la pregunta que las respuestas… Porque ¿qué haríamos si tuviéramos solo respuestas y no supiéramos a qué preguntas responden? Si la pregunta es auténtica y dispuesta a encontrarse con diversidad de respuestas, entonces abre otro espacio, que mostrará nuevos andares, nuevos procedimientos, nuevas preguntas, en un diálogo entre lo buscado y lo encontrado.
Lo metodológico tiene que estar en función de poder sostener dónde están esos cortes del flujo del andar, dónde están esas potencias, dónde está esa sensibilidad de ese sujeto, dónde están los padecimientos… y, sobre todo, ¡dónde está ese poder que el otro tiene! Cómo problematizar, y en ese sentido, lo recursivo no es siempre buscar una solución o un problema, sino buscar los recursos. Y la multiplicidad de recursos nos puede dar multiplicidad de problematizaciones y de respuestas. No hay un único camino para llegar a un único lugar.
En la dialéctica de lo buscado y lo encontrado, debemos utilizar inexorablemente los emergentes. No se trata de dilematizar entre planificación estructural y dinámica de emergentes. Es relevante tomar el emergente porque delata algo del existente, por eso, no es mera casualidad ni distracción.
Tenemos que dialectizar lo que emerge, lo que teníamos imaginado y planificado, y el territorio real de lo posible. Existe una dialéctica entre la estructura de la tarea y la dinámica de lo que se trabaja. Es una construcción compleja y dinámica.
Emergentes
Hay que confiar que el emergente es la otra cara del existente. ¿Por qué nos podemos apoyar en los emergentes? Porque no son una pura casualidad o un error. El emergente es lo que podemos ver, como si fuera lo visible de un iceberg sobre la superficie de agua, algo que emerge de ahí. Está lógicamente sostenido por el existente.
Cuando trabajamos con el emergente, estamos mirando por una rendija, pispeando qué pasa con el existente. Y es una apoyatura enorme, es inacabable. Porque siempre hay algo que esté existiendo.
Estamos hablando de cómo podemos palpar eso, cómo podemos escuchar, acompañar, percibir, registrar el impacto propio, esto del lugar del observador, aquello de lo que los físicos hablan, cómo modifica el observador, con su presencia, lo observado.
¿Cómo poder incluir los emergentes, cómo salir de lo lineal?
La mirada del arteterapeuta necesariamente debe incluir en su intervención el cómo toma el otro lo que le sucede, es decir, debe poder escuchar eso que el otro aloja. Además, tenemos que estar advertidos de que ese decir está codificado, metaforizado, en el formato de un lenguaje con una significación singular, histórica, simbólica.
Esa transformación que construye su propia transformación (hermenéutica) y en colaboración con esa transformación del otro. ¡Eso sí es continuamente recursivo!
Y un asunto: lo autopoiético refiere a “la capacidad de los sistemas de producirse a sí mismos”.
* Licenciado en Psicología. Profesor de Psicología en Nivel Medio y Superior. Psicólogo social. Magíster en Gestión Educativa. Cofundador y codirector de la Primera Escuela Argentina de Arteterapia. Fundador del Movimiento Argentino de Arteterapia. Autor de diversos libros, entre ellos: Creatividad, Psiquismo y Complejidad, Poéticas del tiempo, Arteterapia. Semánticas y Morfologías y Clínica del Pensamiento Arteterapéutico.