“Para mí, el arteterapia tiene una gran amplitud de posibilidades, desde proyectos sociales más cercanos al arte (pero no iguales a proyectos de artes llevados por artistas) hasta el trabajo con diversos colectivos e instituciones”.
Agradecemos el tiempo que nos dedicás en este reportaje. Quisiéramos comenzar a reflexionar sobre tu propia formación académica. ¿Cuáles son los saberes y formaciones que más te sirvieron en tu desempeño profesional como arteterapeuta?
Gracias a vosotras por esta entrevista y por establecer puentes, humanos y profesionales. Respondiendo a vuestra pregunta, lo que más me ha servido, evidentemente, ha sido la formación en arteterapia, sumada a los años de terapia personal, a la supervisión del trabajo clínico y al rol como docente durante estos últimos 13 años. El bagaje personal, tanto a nivel de estudios como de experiencia vivida, se conjuga y se integra con la formación, de manera que cada arteterapeuta adquiere su propio estilo. Así lo veo en mis colegas y en mí misma.
Respecto a la formación, la llevé a cabo en el Máster en Arteterapia de la Universidad de Barcelona-Metáfora. Ha sido para mí, sin ninguna duda, una formación profundamente transformadora y útil. No solo me ha permitido ejercer como arteterapeuta, porque proporciona la base para ello, sino que, al mismo tiempo, al igual que muchas compañeras, exalumnas y exalumnos, ha significado un cambio radical en mi vida, un antes y un después a partir de estos tres años de formación.
A nivel profesional considero que proporciona los conocimientos necesarios para ejercer con rigor, porque está estructurada y tejida desde la experiencia, de forma que teoría y práctica están completamente relacionadas. Las asignaturas teóricas, las prácticas clínicas, la supervisión y el constante trabajo en grupos, sumado a la terapia personal, forman un todo que da un carácter especial a la formación. Asimismo, valoro que la formación haya sabido evolucionar sin perder su seriedad y que en este momento el cuerpo teórico y el experiencial funcionen en un marco de artepsicoterapia relacional.
A nivel humano la formación tiene un sello único, diría que se vive y se trabaja desde una manera muy sencilla y profunda de entender la vida y al ser humano.
Luego, lo que me ha ayudado más en el ejercicio de la profesión ha sido la supervisión y la formación continua, los años posteriores de terapia personal, así como la evolución inevitable que genera la docencia. Se aprende muchísimo de los pacientes pero también de las alumnas y alumnos. Trabajo clínico y docencia son dos campos que se benefician siempre mutuamente.
Desde un punto de vista más personal, lo que siento que nutre y clarifica mi trabajo es mantener mi propio proceso creativo y la meditación.
Sos miembro fundador de la Asociación Profesional Española de Arteterapeutas. ¿Cuál fue el recorrido realizado por los arteterapeutas españoles para conformar la asociación? ¿Cuáles fueron las dificultades y los debates que enmarcaron su constitución?
La ATe se gestó en Metáfora desde los inicios de la formación en 1999. La iniciativa surgió tanto de Carles Ramos y Joaquim Català, los creadores del máster, como de la ilusión de las alumnas y alumnos de las primeras dos promociones.
El objetivo de la asociación en sus inicios era la lograr la regularización de la profesión y velar por su buen ejercicio, haciendo de algún modo las funciones de lo que sería un colegio profesional. Más tarde, con el nacimiento de la FEAPA (la Federación Española de Asociaciones Profesionales de Arteterapia), la ATe, que es uno de sus miembros, redefinió sus objetivos, ya que es la primera que ha asumido la responsabilidad, entre otras, de conseguir el reconocimiento de la profesión en España.
En la primera junta de la ATe se crearon los estatutos, el régimen interno y el código ético, que ahora están de nuevo en vías de revisión. En aquel momento fue necesario establecer pequeños grupos que dedicaron muchísimas horas de trabajo para debatir punto por punto los tres documentos.
Era un tiempo en el que el arteterapia era una disciplina por completo desconocida en España y en Cataluña, lo cual suponía iniciar un camino realmente nuevo. Estos documentos estructurales estuvieron basados, en parte, en otros del mismo tipo, como los de la BAAT1 y la AATA2, adaptados en cada apartado a nuestra realidad aquí, en algunos aspectos bien distinta a la del Reino Unido o Estados Unidos. Para ello, se crearon diferentes comisiones y grupos de trabajo, como las del código ético y homologación, entre otros. Después surgieron otras al tiempo que la profesión tomaba forma y generaba nuevas necesidades: el grupo de la revista, el de investigación, el grupo OnA de arteterapia y oncología, el de arte o el de formación continua.
En este momento la ATe ha conseguido tener su sede en Barcelona, lo cual ha supuesto un gran avance para llevar a cabo las diferentes actividades internas, de formación continuada o en relación al vínculo con la FEAPA.
Nos gustaría conocer tu evaluación sobre el arteterapia en España en términos del reconocimiento de la disciplina, las formaciones y los lugares de inserción para arteterapeutas. ¿En qué situación está España?
En España el arteterapia aún no es una profesión reconocida oficialmente. Desde 1999, cuando nació el Máster en Arteterapia de la Universidad de Barcelona-Metáfora, el crecimiento ha sido constante. Han surgido muchas más formaciones, en la propia Barcelona, en Gerona y en diversas provincias españolas como Madrid, Murcia, Valencia, Sevilla, Granada o Bilbao. A través de esas formaciones y de los profesionales y asociaciones que han surgido de ellas, el arteterapia ha empezado a ocupar un lugar cada vez más visible en nuestra sociedad.
En este momento podría decirse que el arteterapia va resultando familiar al público en general, si bien a veces de una forma un tanto confusa. Como me dijo hace unos años una alumna: “antes el problema era que la gente no sabía qué era arteterapia y ahora el problema es que la gente cree que lo sabe”. La situación es que con este crecimiento, aparte de ser obviamente positivo, han surgido muchas “arteterapias”, de manera que se le da el mismo nombre a conceptos y formas de trabajar por completo diferentes.
A ello se suman cosas que, aunque parezcan insignificantes, confunden aún más a la gente, como por ejemplo el boom de libros de “Arteterapia, pintar para relajarse”, que son tan solo libros de pinta y colorea, para relajarse pintando dibujos de línea, que con toda facilidad son bautizados como arteterapia. Con eso no niego sus beneficios, pero no son arteterapia. No ayudan a que la gente pueda saber que arteterapia es una disciplina reconocida en diversos países, que tiene muchísimas posibilidades de aplicación y que para formarse en esta profesión es necesario tener un grado o diplomatura previa en arte, psicología, educación o sanidad, y cursar un posgrado y un máster, incluida la terapia personal durante al menos los tres años de formación.
Sin embargo, por lo que he constatado en estos años, la fuente de reconocimiento más útil ha surgido en los centros de prácticas de los alumnos y alumnas del máster. Son escuelas, centros de educación especial, hospitales, geriátricos, centros de salud mental, instituciones para personas con discapacidad o centros penitenciarios, entre otros. En ellos sí hay una clara valoración de lo que puede aportar el arteterapia en cada uno de estos ámbitos. Hay escuelas en las que llevamos enviando alumnas desde hace 16 años; en algunas buscan formas alternativas para poder seguir teniendo arteterapeutas profesionales trabajando en el equipo, ya que en las escuelas públicas, por cuestiones legales y de falta de reconocimiento, no es posible hacer un contrato.
Eso, junto con el trabajo de muchas arteterapeutas en diversos proyectos e instituciones año tras año, así como la labor de investigación que empieza a desarrollarse y las publicaciones que contribuyen a su difusión, es lo que realmente va mostrando los resultados y la validez de la profesión.
En la actualidad hay ya muchas arteterapeutas trabajando en distintos tipos de centros, como geriátricos, centros para discapacitados y hospitales, entre otros, y también en práctica privada. Aún no pueden llevarse a cabo contratos bajo el epígrafe “arteterapeuta”, pero poco a poco se van encontrando formas de entrar en el mundo laboral ejerciendo nuestra profesión. Ha sido y es un camino duro, que requiere de un trabajo extra de difusión y de creatividad para generar proyectos y buscar opciones de trabajo, pero confío en que en un futuro próximo la profesión acabará consolidándose y siendo reconocida oficialmente.
Sos miembro de la Asociación Winnicott Barcelona. ¿En qué sentido Winnicott contribuye a fortalecer y a entender el encuadre arteterapéutico?
Winnicott es una pieza clave dentro del cuerpo teórico del máster en el que me formé y en el que trabajo como docente, como también lo es para algunas de las otras formaciones. Hay varias razones para ello, pero la esencial es que es la base de la orientación relacional desde la que trabajamos y enseñamos.
Entre las diferentes aportaciones de Winnicott, destacaría que nos proporciona comprensión acerca de la capacidad y el proceso creativos. Sus teorías sobre el espacio transicional y los fenómenos transicionales, que para nosotros son espacios potenciales e intersubjetivos, nos ayudan a comprender la relación y la interacción entre paciente y terapeuta, así como muchos aspectos de nuestro papel y funciones como arteterapeutas, de forma análoga al concepto de “madre suficientemente buena”.
Tal vez los puntos más significativos en cuanto a las aportaciones de sus teorías tendrían que ver con:
- La forma en la que entiende el bebé, como un ser en relación a alguien que lo cuida.
- La relación entre realidad interna y realidad externa. La consideración que se le ofrece a la realidad del paciente, desde su subjetividad, pero no solo desde sus proyecciones.
- El concepto de “madre suficientemente buena” (terapeuta suficientemente bueno).
- El espacio transicional, entre la no integración y la integración.
Es cierto que formé parte del grupo fundador de la Asociación Winnicott Barcelona, si bien finalmente se ha redefinido y asentado en el que ahora es el Institut Català D. W. Winnicott (Instituto Catalán D. W. Winnicott). Ha sido fundado por Francesc Sainz, psicoanalista de la IPA, pionero en la introducción de Winnicott en la formación de terapeutas en Cataluña desde hace muchos años.
Su forma de entender a Winnicott es desde la perspectiva relacional, la cual concreta en su libro Winnicott y la perspectiva relacional en el psicoanálisis. Fue precisamente Francesc Sainz quien en el año 2003 empezó a dar clases sobre Winnicott en Metáfora, y desde entonces es docente de la parte teórica dedicada a este autor y ha contribuido a la evolución del máster hacia un modelo relacional.
Este próximo mes de diciembre viajará a Argentina, donde participará en el XXVII Encuentro Latinoamericano sobre el Pensamiento de Donald Winnicott, que tendrá lugar en la sede de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires.
¿Qué otros autores o teorías son indispensables para sostener la práctica arteterapéutica?
Hay muchos autores que aportan comprensión a nuestro trabajo clínico, tanto del mundo del arteterapia como de la psicoterapia en general. Pienso, por ejemplo, en las arteterapeutas pioneras, como Tessa Dalley, Caroline Case, Joy Shaverien, Andrea Gilroy, Margaret Naumburg o Edith Kramer.
Algunas de ellas han seguido escribiendo e investigando, junto con otras y otros, como Marian Liebmann, Sally Skaife, Kathy Evans, Michelle Wood, Susan Hogan, Bruce L. Moon, Frances F. Kaplan, Noah Hass Cohen y Richard Carr, entre muchos más.
Dentro de la psicoterapia en general, los autores que forman parte de nuestra base teórica, además de Winnicott, son los psicoanalistas y psicoterapeutas que se encuentran dentro de lo que sería un escenario relacional: Ferenczi, Fairbain, H. Kohut, Sullivan, Stephen Mitchell, Balint. También en especial los creadores y afines a la Teoría del Apego y la Mentalización, como John Bowlby, Fonagy o Lanza Castelli, por mencionar algunos. Añadiría a Erich Fromm y Karen Horney porque son dos autores que me encantan. En Cataluña y España destacan en particular Joan Coderch, Francesc Sáinz, Àngels Codosero y Alejandor Àvila.
Como trabajamos muchísimo en grupos, en este campo nos resultan muy útiles las aportaciones teóricas de Bion, Foulkes y en especial de Irvin Yalom. Además, todos los que tratan sobre la creatividad y el mundo del arte.
Durante muchos años realizaste arteterapia con personas que tenían una enfermedad oncológica y sos miembro del grupo OnA de arteterapia y oncología. Varias preguntas sobre tu práctica: ¿qué autores te permitieron encuadrar tu práctica arteterapéutica? ¿Qué lenguajes potencian la expresión cuando se padece una enfermedad de este tipo? ¿Qué beneficios registraste en la utilización del arteterapia con esta población?
Formé parte del grupo OnA durante un tiempo y fue, sin duda, una buena experiencia para mí. Los autores que más me sirvieron con este colectivo me siguen siendo útiles en otros en los que he continuado trabajando. En realidad, aunque el factor común de los miembros de los grupos era el cáncer, los temas o características que más vinculaban y más peso tenían eran, además, el hecho de ser en su mayoría mujeres en una franja de edad similar, la violencia de género, los problemas con los hijos o la depresión, por citar algunos ejemplos.
Destacaría a Yalom, a Fromm y a diferentes autores que han trabajado con enfermos de cáncer, como Michelle Wood y Caryl Sibbett. Pero sobre todo, como indicaba antes, en la base están los autores relacionales, que me aportan una mirada muy útil en cualquier colectivo.
La utilización de los materiales artísticos es de un gran valor en las sesiones con personas que padecen una enfermedad como el cáncer. Ayuda a la cohesión y el vínculo entre los miembros del grupo, permite expresar y acercarse a experiencias difíciles, dolorosas o confusas de una forma vivida como segura; facilita al mismo tiempo entrar en contacto con emociones, en la medida que la persona lo necesite, y elaborarlas, tanto si luego hay o no una forma verbal de expresión.
Creo también que el acto creativo es una expresión del sí mismo, una forma de juego que conecta directamente con la salud en todos los sentidos.
Durante los seis años que estuve en la institución oncológica pude apreciar beneficios y grandes cambios en muchas de las personas, incluso aunque murieran. Para algunas supuso dejar atrás la depresión y situaciones de vida poco dignas o limitantes. Para otras, fue tomar las riendas de su vida y tener un papel más activo en la curación de su enfermedad. En personas terminales, sin duda, uno de los beneficios era poder cerrar temas personales, la valoración de su vida y la posibilidad de poder hablar de la cercanía de la muerte, desde una perspectiva que acogiera cualquier sentimiento, incluida la vertiente espiritual y la posibilidad de despedirse de sus familiares. Diría, pues, que el arteterapia ayuda a mejorar la calidad de vida, y en ocasiones, también la calidad de muerte.
Sos parte del equipo docente del Máster en Arteterapia de Metáfora. ¿Cuál es el perfil de arteterapeutas que desean formar?
Pretendemos y ponemos nuestro esfuerzo en formar buenas y buenos arteterapeutas: personas conscientes, capaces de aportar conciencia allí donde trabajen. Más que conceptos teóricos, para mí, el objetivo es desarrollar capacidades personales: la capacidad de mentalización incluiría muchas de ellas (empatía, capacidad reflexiva, etc.), la capacidad de contención, de “saber estar”, de trabajar en un equipo multidisciplinar, de asumir la responsabilidad que supone el trabajo con los usuarios y con los centros, la creatividad en las intervenciones, así como la versatilidad, ya que pretendemos que cada persona formada tenga los conocimientos y las herramientas para trabajar en diversos colectivos y en diferentes niveles de intervención.
Para mí, el arteterapia tiene una gran amplitud de posibilidades, desde proyectos sociales más cercanos al arte (pero no iguales a proyectos de artes llevados por artistas) hasta el trabajo con diversos colectivos e instituciones.
Procuramos también que nuestras alumnas y alumnos sean capaces de llevar a cabo proyectos de investigación y de comunicar sus experiencias de forma escrita. Esto último se ejercita a través de los diversos trabajos académicos y de la tesina final de máster, donde se desarrolla un estudio de caso, y en la que se potencia la posibilidad de escribir más tarde sobre el trabajo clínico.
Sabemos que te encontrás especialmente ligada a las prácticas de los futuros arteterapeutas que se forman en Metáfora. ¿Cuáles son las características de estas experiencias y en qué tipo de centros las desarrollan?
He sido coordinadora de prácticas del máster durante 11 años, desde 2005 hasta 2017. En este momento la coordinadora es mi compañera Rosa Barquero, que está poniendo mucha ilusión en la función que le ha tocado desempeñar y que, sin duda, aportará un aire nuevo.
Si bien desde en un momento dado me fue difícil continuar con esa tarea por cuestiones familiares, conservo en mí la experiencia como algo muy valioso. Aprendí mucho del contacto con los centros de prácticas, sobre todo porque me permitió conocer personas de una gran vocación y calidad personal.
Por otra parte, entiendo que las prácticas son el eje del máster, donde las alumnas y alumnos integran la formación teórica y experiencial en el inicio de su trabajo clínico. La supervisión, las tutorías, la continuidad de las asignaturas teóricas y los grupos experienciales, junto con su terapia personal, les permite acceder a esta etapa de una forma segura y bien asentada. Pongo énfasis en la importancia de la terapia personal, ya que es básica en toda la formación, pero de manera especial en las prácticas. Es una responsabilidad como futuro profesional del arteterapia.
Los tipos de centros en los que se desarrollan las prácticas son en su mayoría públicos y en áreas muy diversas: niños (escuelas de educación infantil y primaria), adolescentes (institutos de educación secundaria), niños con necesidades especiales (escuelas de educación especial), salud mental de niños y adultos, geriatría y enfermos de Alzheimer, casas de acogida de niños, adolescentes, madres y adultos sin techo, discapacitados físicos y psíquicos, centros hospitalarios (unidades de oncología, pediatría, paliativos, entre otros), trastornos alimentarios, centros penitenciarios, violencia de género, atención a inmigrantes en distintas instituciones, drogodependencias, familiares de enfermos y equipos de trabajo, etc.
Diversos autores sostienen y propician que los arteterapeutas tengan una práctica artística personal. Si la respuesta es afirmativa, ¿en qué sentido contribuye a potenciar su rol de arteterapeuta?
Sí, lo considero fundamental; es algo que compartimos las compañeras de equipo y también en la ATe. En mi caso, la necesidad de seguir y mantener mi propio proceso creativo está en mi esencia, porque es mi oficio y mi primera vocación. Esto es más visceral que reflexivo, y no excluye que podamos ver los factores que contribuyen a una mejor práctica clínica.
Hay literatura sobre este tema, pero de forma sencilla podría decir que, por una parte, contribuye a cuidarnos y a mantener nuestra evolución personal, junto con la terapia, para mí de forma similar al trabajo con los sueños. Por otra parte, nos ayuda a comprender el engranaje y las posibilidades del proceso creativo.
Nos enfrentamos a circunstancias que también viven nuestros pacientes, como la incertidumbre, las diferencias del contacto con los distintos materiales, el placer, la fusión y la posterior distanciación (como decía una paciente al observar su obra: “nos estamos conociendo”). Todas estas cosas nos ayudan a entender la vivencia del paciente y también a experimentar nuevas posibilidades para trasladarlas a la clínica.
Otra cuestión es el uso del arte en nuestras obras respuesta, cuyos beneficios son muy amplios. En el máster la creación de la obra respuesta vinculada a la supervisión es algo ya instaurado, practicado tanto por las alumnas como por el equipo docente en relación con sus pacientes.
¿Qué es la obra respuesta y qué características tiene?
La “obra respuesta”, o “respuesta artística”, es una práctica que llevamos a cabo algunos/as arteterapeutas, con el fin de tener una mayor comprensión del trabajo clínico, ya que ayuda a potenciar la empatía, a discernir mejor acerca de nuestros sentimientos y de nuestra contratransferencia, o a explorar aspectos inconscientes. Consiste, en la mayoría de los casos, en la creación de obra artística por el arteterapeuta después de las sesiones, a veces a partir del mismo material que ha dejado el paciente. Puede llevarse a cabo enseguida que ha acabado la sesión o posteriormente, y es un elemento importante en la supervisión.
Sin embargo, hay autores que consideran también oportuna la realización de obra por parte del terapeuta dentro de la sesión junto con el paciente. En mi caso no suelo hacerlo, salvo en algunas situaciones muy concretas, de forma más cercana al concepto de tercera mano de Edith Kramer.
La revista Inspira que dirigís se edita hace seis años. ¿Cómo surgió la idea de tener un medio de difusión y cómo construyen cada número anual?
La idea surgió en el 2002 entre las compañeras de mi promoción, la segunda del máster. Aún conservo los documentos que redactamos al respecto. Después, la tarea como secretaria de la junta, el trabajo en el máster y con mis pacientes no me dejó mucho tiempo para ese proyecto, aunque lo valoraba y contribuía a su gestación.
Los fundamentos estuvieron en una de la primeras comisiones de la ATe, la de publicaciones, donde participaba Margaret Hills, pero fue finalmente en el 2012 cuando conseguimos armar un grupo sólido las personas que ahora formamos el equipo editorial.
El objetivo de la creación de la revista era ofrecer una plataforma desde la cual arteterapeutas en su mayoría, aunque no de manera exclusiva, procedentes de un enfoque psicodinámico, pudieran publicar sus trabajos: artículos clínicos, de investigación, teóricos, reseñas de libros, etc. La idea era potenciar la difusión del trabajo en arteterapia que se lleva a cabo en España y también en otros países.
Aunque el último volumen ha tardado mucho en editarse, cuando sale uno a la luz ya está en marcha el siguiente. A partir del próximo empezaremos volúmenes monográficos de forma alterna. Este primero, el volumen 7, será sobre trauma y contará con artículos de arteterapeutas y de psicoterapeutas que trabajan en este campo.
La construcción de cada volumen se inicia con el anuncio de la salida del anterior y con las fechas para la nueva recepción de artículos. Muchos de ellos provienen de arteterapeutas de Metáfora, pero también de otras formaciones y países. A veces, con relación a un tema o a una persona, invitamos directamente al autor para colaborar con un artículo. En cada volumen incluimos una entrevista a algún profesional que consideramos relevante dentro del contexto del contenido previsto y, si es posible, también la reseña de un libro bajo el mismo criterio, y la editorial.
Confiamos en potenciar la calidad de los artículos clínicos, teóricos y de investigación, ya que eso beneficia tanto a la difusión como a la práctica.
Por Paula Gimbatti