Entrevista a Nadia Collette

“Existe para mí un sentido muy especial en poder aliviar o acompañar el sufrimiento en la fase más avanzada de la enfermedad y en el final de la vida, contribuyendo a una muerte en las mejores condiciones posibles de paz y dignidad. Esta opción hunde sus raíces en la biografía de mi madre y la repercusión que tuvo en mi familia y en mi educación”.

 

Te agradecemos este reportaje y queremos iniciarlo reflexionando sobre tu vasta formación. ¿Cuál fue el contexto y las motivaciones que influyeron en la decisión de estudiar bellas artes luego de tu formación inicial en biología médica aplicada en tu Bruselas natal?

Es un placer participar en este reportaje. Las motivaciones remontan a mi infancia, pero esperaron más de 30 años para imponerse realmente. De pequeña, el dibujo y la pintura me hacían pasar largos momentos de felicidad. Muchas de mis imágenes las dediqué y regalé a mi madre, quien, sin saberlo, iba a ser la persona más influyente en mi evolución como arteterapeuta. Mi padre, aficionado al dibujo pero de profesión científica, me convenció en la adolescencia sobre la utilidad de las ciencias y también sobre la idea de que “del arte no se come”.

En Bruselas ejercí durante ocho años como bióloga en los laboratorios del Institut Jules Bordet, el centro de tumores de la Universidad Libre de Bruxelles. Trabajando codo a codo en uno de los proyectos de microbiología y bioquímica, conocí a mi actual pareja, un médico oncólogo español temporalmente en Bélgica.

Unos años más tarde decidí emigrar a España para compartir un nuevo proyecto vital. ¡El amor es un gran motor de cambio! Una vez en Valencia, contratada por un laboratorio farmacéutico, la misión inicialmente prometedora de encargarme de un proyecto de innovación y desarrollo no tardó en decepcionarme por su falta de realismo, pasando por el sacrificio de animales de laboratorio que, en mi opinión, no era justificado. Ya había cambiado de pareja, de idioma y de país, ¿por qué no cambiar de profesión? Realicé el sueño de mi infancia (estudiar dibujo y pintura) y me matriculé en la Facultad de Bellas Artes de mi nueva ciudad.

En ese recorrido, ¿cómo fue el encuentro con el arteterapia?

Una de mis asignaturas en la Facultad, Pintura y Técnicas Interdisciplinares, tuvo mucho que ver con este proceso. Empecé a buscar un nexo entre mi recorrido científico y mi nuevo camino artístico. Me interesé por la expresión del dolor y de la muerte en las artes plásticas, tan presentes en el arte occidental, recordando a los pacientes con sufrimiento para los cuales trabajábamos en el laboratorio. Sentí que si no me acercaba a los que realmente sufrían, mi producción y reflexión no dejarían de ser solo un ejercicio conceptual más. Valoraba la expresión plástica de mi propia experiencia dolorosa, pero no era suficiente. Se imponía en mí una dimensión social, de relación con el otro.

La Facultad aceptó mi propuesta de convenios de prácticas entre el Departamento de Pintura y diversos contextos sanitarios, algo muy novedoso en ese lugar y en esa época. Estuve en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Malvarrosa. Puntualmente, cuando fue posible, fui a visitar algunos pacientes a su domicilio. Y como último, colaboré con dos asociaciones de lucha contra el sida de la Comunidad Valenciana. Ofrecía a las personas enfermas expresarse plásticamente sobre su dolor, su sufrimiento, sus momentos de alivio. Era el año 1996, mucho antes del uso masivo de internet.

A través de los congresos internacionales de oncología y de cuidados paliativos a los cuales asistía mi pareja me di cuenta de que algunas expertas británicas y americanas empezaban a comunicar sus trabajos sobre arteterapia. Por medio de los libros de resúmenes de las presentaciones y de lo que él recogía en las experiencias de taller, se me hizo evidente que esto que proponía yo intuitivamente se podía enmarcar en una disciplina que ya tenía historia y recorrido, uniendo arte y ciencia. ¡Qué apasionante! Entendí que para hacerlo bien era imprescindible seguir formándome, y así estudié arteterapia.

Tu formación incluye diversas capacitaciones de posgrado en counseling. ¿En qué sentido el counseling contribuye al desempeño arteterapéutico?

El counseling me parece fundamental para el desempeño arteterapéutico. Así como es un requisito para el arteterapeuta tener experiencia y dominio de las técnicas plásticas que ofrece a la persona, también lo es tener habilidades en la parte verbal, habitualmente paralela a la producción, en el marco de la relación de ayuda. El counseling tiene un abordaje holístico muy afín a las múltiples dimensiones movilizadas por la acción plástica. Mi formación de arteterapeuta es de orientación humanista fenomenológica, así que ya desde un principio asumí los ejes relacionales de autenticidad, empatía e incondicionalidad en mi intervención. Pero en counseling integrativo-relacional de duelo, pérdidas y trauma, según el modelo de la psicoterapeuta especializada Alba Payás, me ha permitido consolidar estas cualidades, a la vez que profundizar en la parte psicoterapéutica de nuestra profesión. Aprender técnicas para mantenerme en sintonía y utilizar de manera adecuada la validación, por ejemplo, me ha ayudado para mejorar mi forma de establecer un vínculo de confianza y seguridad.

Me interesé por la expresión del dolor y de la muerte en las artes plásticas, tan presentes en el arte occidental, recordando a los pacientes con sufrimiento para los cuales trabajábamos en el laboratorio.

El clima y el diálogo creados a partir de las pautas del counseling buscan estimular a la persona para que ella misma se encuentre con su potencial innato de autorregulación, entienda mejor lo que le ocurre y halle recursos personales que la liberen de sus conflictos. Aplicado al arteterapia, la persona se encuentra con el reflejo de este potencial en su obra, que resuena en ella y le ofrece pistas para la comprensión, la activación y la iniciativa del cambio.

Tu tesis doctoral en psicología “Arteterapia con personas en el final de la vida” es de lectura recomendada para arteterapeutas que trabajan en cuidados paliativos. ¿Cómo surgió ese tema de investigación y cuáles fueron las principales dificultades por las que tuviste que atravesar?

Cuando surgió la oportunidad de realizar una tesis doctoral en la Facultad de Piscología de Valencia, gracias al apoyo de la Profesora Pilar Barreto que la dirigió, acababa de iniciar colaboraciones puntuales, a través de becas de investigación, con la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital de Sant Pau, en Barcelona, donde resido en la actualidad. Tanto mi ámbito de trabajo como mi tema de investigación surgieron de un fuerte compromiso personal. Existe para mí un sentido muy especial en poder aliviar o acompañar el sufrimiento en la fase más avanzada de la enfermedad y en el final de la vida, contribuyendo a una muerte en las mejores condiciones posibles de paz y dignidad. Esta opción hunde sus raíces en la biografía de mi madre y la repercusión que tuvo en mi familia y en mi educación.

Mi formación de arteterapeuta es de orientación humanista fenomenológica, así que ya desde un principio asumí los ejes relacionales de autenticidad, empatía e incondicionalidad en mi intervención.

Los campos de exterminio nazi me privaron de toda mi familia materna. En ese gigantesco asesinato colectivo, ella perdió a sus padres, sus dos hermanas y sus cuatro abuelos. Los millones de personas que conocieron similar drama fueron reaccionando y creciendo personalmente, cada una como pudo. Mi madre nunca se recuperó del todo de este duelo traumático; de alguna manera fue una eterna víctima y sintió durante toda su vida planear encima de ella (y de sus hijos) una amenaza de persecución por ser judía. En mis terapias personales abordé mucho, y todavía a veces en la actualidad lo hago, todo este material biográfico heredado. También estuvo muy presente durante mi formación como arteterapeuta. Me fue guiando de manera natural, por medio de una lenta toma de conciencia, orientando mis pasos vitales y mis decisiones profesionales.

En el camino de la tesis doctoral, la mayor dificultad que encontré fue un primer intento de proyecto presentado en mi Facultad de Bellas Artes, unos diez años antes, y que no prosperó. Por lo visto, en mi Departamento de Pintura, el enfoque terapéutico del arte no representaba entonces un ámbito suficientemente convincente.

¿Qué autores considerás que son indispensables para el desempeño profesional del arteterapeuta?

Pat B. Allen, Tessa Dalley, Shaun McNiff, Vija B. Lusebrink, Lynn Kapitan, Cathy Malchiodi, Héctor Juan Fiorini, Margaret Naumburg, Edith Kramer y Donald W. Winnicott, entre otros.

¿Y para quienes se desempeñan en cuidados paliativos?

Michèle Wood, Camilla Connell, Virginia Minar, Paola Luzzatto, Carl Rogers, Balfour Mount, Michael Kearney, Radhule Weininger, Philippe Ariès, Cicely Saunders, Elizabeth Kübler Ross e Irvin Yalom, entre otros.

¿Considerás que los arteterapeutas deben tener una práctica artística personal? Si la respuesta es afirmativa, ¿en qué sentido contribuye a potenciar su rol de arteterapeuta?

Sí, considero que es importante mantenerse en contacto con la creación personal. De entrada, es imprescindible que un/a arteterapeuta tenga una sólida formación práctica en artes visuales, y no me refiero a los contenidos más artísticos de los estudios en arteterapia, sino a un proceso creativo personal especializado. Del mismo modo que resulta inimaginable que un/a musicoterapeuta no sepa tocar instrumentos musicales, no tiene sentido que un/a arteterapeuta no maneje bien los instrumentos plásticos. Si todavía existe cierta duda al respecto, creo que puede ser porque una determinada utilización del dibujo ha sido canalizada históricamente por la psiquiatría con fines diagnósticos, sin que el profesional sepa dibujar, por así decirlo. Y podría inducir a esta confusión, con el riesgo de que se instrumentalice la obra de los pacientes en exceso. Nada más lejos de la aplicación que hacemos del dibujo y de otros medios artísticos en arteterapia, donde el goce de la acción creativa ya es un objetivo de por sí.

En el ejercicio de la profesión, mantenerse en contacto con la propia creación contribuye a que el/la arteterapeuta se centre más en los aspectos genuinamente artísticos y en la transformación de la producción de la persona acompañada.

Has realizado una formación en arteterapia según el Método LOM, la Pintura Orientada a Soluciones, desarrollado por Bettina Egger y Jörg Merz. ¿En qué consiste el método? ¿Lo aplicás actualmente? ¿Con qué población?

El método LOM se basa en pintar imágenes sencillas y formas elementales tranquilizadoras, que tienen como objetivo reemplazar imágenes inquietantes o angustiantes, reales o imaginadas, que la persona tiene almacenadas en el cerebro y le causan emociones desagradables o dolorosas. El proceso suele ser breve, con una duración de entre cuatro y cinco sesiones, y se centra en aspectos muy concretos de lo que la persona considera como problema. Se pinta con la mano no entrenada, lentamente, en un ambiente tranquilo. Los problemas abordados pueden ser, por ejemplo, ansiedad, dolor, molestias u otros síntomas por lo general de origen psicosomático, relaciones difíciles, dudas ante decisiones que se debe tomar en la vida o sufrimiento por episodios traumáticos.

Puse en práctica este método durante mi período de formación con personas sin patología, y obtuve resultados satisfactorios muy interesantes. Puntualmente, lo apliqué a algunos pacientes con cáncer avanzado que tratamos en el hospital y que presentaban un dolor bastante refractario a las medicaciones. Pero me queda pendiente seguir explorando cómo aplicar bien este método en cuidados paliativos, junto con una experta suiza en este ámbito, que espero encontrar próximamente gracias a Bettina y Cora Egger.

¿Cómo fue el proceso de gestación y construcción de la exposición “Luz Profunda. Una experiencia de arte y terapia al final de la vida” que realizaron en el año 2016 en el Hospital Sant Pau de Barcelona?

De algún modo, la gestación empezó con un antecedente, la exposición “Huellas del tránsito”, ¡dieciséis años antes! Fue al concluir mi primera experiencia con personas enfermas, y se trató de un montaje que reunía obras suyas y mías. En 2016 deseé reeditar a mayor escala y de manera mucho más profesional esta forma de comunicación con el público, para visibilizar los cuidados paliativos y nuestra disciplina.

Tardé más de dos años en la construcción de “Luz Profunda”. Hubo tres grupos de protagonistas invitados. Personas enfermas, ocho en total, que fallecieron después de ser acompañadas por el equipo de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Sant Pau; todas participaron en sesiones de arteterapia. Sus familiares, nueve en total, a los cuales propuse realizar su propio proceso creativo sobre su duelo. Y, por último, artistas profesionales, nueve también, que se comprometieron con el proyecto. Tras entregarse a una introspección sobre sus propias pérdidas, cada uno de ellos se encontró con un familiar y con la obra del ser querido fallecido, para aportar su visión del proceso.

Existe para mí un sentido muy especial en poder aliviar o acompañar el sufrimiento en la fase más avanzada de la enfermedad y en el final de la vida, contribuyendo a una muerte en las mejores condiciones posibles de paz y dignidad.

A través de un conjunto de unas 65 obras presentadas, lo que se sugería era asomarnos al vacío de la pérdida, al gesto artístico que ayuda a trascender el sufrimiento, al ciclo de la muerte y de la vida. “Luz Profunda” buscaba compartir con el público valores importantes de nuestro ámbito de trabajo: el acompañamiento compasivo, la expresión de las emociones, la conciencia de finitud o la belleza del momento vital.

¿En qué consiste el protocolo Procesarte que aplicaron en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Sant Pau?

Es el protocolo de un estudio de investigación sobre cómo funciona la intervención del arteterapia, que hemos desarrollado en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Sant Pau. En nuestra evaluación tratamos de identificar y entender, a partir de la obra (sus contenidos y/o proceso de elaboración), los mecanismos del cambio susceptible de producirse en la persona acompañada. Nuestra metodología es mixta, de predominancia cualitativa, basada en el método de audio-image recording, publicado en 2013 por Neil Springham y Julie Brooker. En la parte cuantitativa, procedemos a dos registros: por una parte, los beneficios después de la intervención, en opinión de los miembros del equipo paliativo, y por otra, la presencia de elementos simbólicos en la producción, tal como fueron descritos cualitativamente en 1999 por la arteterapeuta americana Virginia Minar.

También trabajás con personas que se encuentran atravesando procesos de duelo. ¿Cuáles son las principales problemáticas de esa población y los beneficios del arteterapia en ese grupo poblacional?

De entrada, debemos tener presente que en cuidados paliativos estamos trabajando con personas que atraviesan procesos de duelo anticipado. Los pacientes se enfrentan a la pérdida inminente de lo que tenemos como más preciado: la propia vida. Y los familiares inevitablemente están confrontados con la próxima ausencia de su ser querido. Los mecanismos multidimensionales (en especial físicos, emocionales, sociales, comportamentales y espirituales) que ocurren en la pérdida y el duelo, anticipado o posfallecimiento, son fundamentalmente los mismos. Aunque, por supuesto, cuando irrumpe la muerte, su irrevocabilidad, sumada a las circunstancias en que ocurre, añade más factores posibles de sufrimiento. Ante esta variedad multidimensional de síntomas, el arteterapia puede ser de gran ayuda.

Al respecto, es muy interesante la revisión sistemática que publicaron en 2018 Rachel Weiskittle y Sandra Gramling en la revista Psychology Research and Behavior Management. Estas autoras ponen en evidencia que en el duelo, después de la muerte de un ser querido, las modalidades artísticas visuales producen cambios positivos: la continuación del vínculo con la persona fallecida (según el modelo de una preservación adaptativa) y la elaboración de sentido, como un mejor entendimiento para los dolientes de los sucesos relacionados con su pérdida, que le permiten un mayor ajuste a la realidad y el aprendizaje de nuevas habilidades de superación.

Sos docente en diversas formaciones de arteterapia. ¿Qué conocimientos creés que son indispensables para el ejercicio de la profesión?

¡Qué pregunta más amplia! La verdad es que son numerosos los conocimientos indispensables. Un punto primordial, como decía antes, es el dominio de la parte artística: lenguajes visuales, técnicas, materiales, historia del arte, actualización de las manifestaciones del arte contemporáneo, etc. Pero por supuesto esto no es suficiente. En la parte psicoterapéutica, igualmente imprescindible, la calidad de alianza terapéutica, pasando por la presencia y la compasión, las técnicas de escucha activa, sintonía y validación, la configuración relacional triangular del proceso de comunicación arteterapéutico, la teoría del apego, de los objetos transicionales, de transferencia y contratransferencia, de nuestra relación con los sueños, de las representaciones simbólicas y arquetípicas.

También me parece muy importante conocer, al menos de manera básica, la implicación en nuestra disciplina de los avances de la investigación neurocientífica. Nos permite comprender mejor los mecanismos cerebrales y homeostáticos subyacentes a la expresión artística en terapia. Todos estos conocimientos, y muchos más, son importantes para el ejercicio de nuestra profesión, pero también para explicarnos con más certeza y seguridad sobre nuestro trabajo. Me parece que todavía tenemos pendiente esta asignatura.

¿Cuál es el estado del arteterapia en España?

Con la constitución de la Federación Española de Asociaciones Profesionales de Arteterapeutas (FEAPA), hace casi diez años, se dio un paso importante en la profesionalización. Pero queda muchísimo trabajo para que haya un reconocimiento estatal del arteterapia en España. Como si fuera poco, en la actualidad padecemos las consecuencias de una campaña lanzada por dos ministerios, el de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y el de Ciencias, Innovación y Universidades. Se trata del Plan para la Protección de la Salud frente a las Pseudoterapias, que pretende informar a la ciudadanía sobre la evidencia científica disponible para un rastreo de 139 enfoques terapéuticos que realizaron. Afortunadamente, el arteterapia pasó de manera favorable un primer “filtro” de este proceso, junto con otros 65 enfoques. Pero se tardará tiempo para que cada uno de estos enfoques o disciplinas pueda presentar los debidos informes en ambos ministerios. Lo que hoy por hoy es con claridad una situación adversa, tendría que poder ser utilizado por nuestra profesión como una oportunidad para demostrar nuestro nivel de rigor, evidencia científica y profesionalidad. Es una de las tareas prioritarias de la FEAPA.

¿Cuáles son las dificultades para la inserción del arteterapia en contextos institucionales?

En la mayoría de los países, la principal dificultad reside en que la profesión no está homologada de manera estatal. No existen plazas oficiales de arteterapeutas, sino de profesionales procedentes de otras disciplinas y formados/as en arteterapia. Depende de sus empleadores el poder dedicar o no gran parte de su tiempo a tareas de arteterapia o de su profesión de origen. A veces, algunos obstáculos pueden ser de naturaleza corporativa, puesto que nuestro oficio constituye una especie de bisagra entre arte y psicología.

Es imprescindible que un/a arteterapeuta tenga una sólida formación práctica en artes visuales, y no me refiero a los contenidos más artísticos de los estudios en arteterapia, sino a un proceso creativo personal especializado.

Una gran dificultad también está en la carencia de conocimientos y experiencia en investigación. Está claro que hay un círculo vicioso a este nivel, porque las instituciones suelen exigir evidencia científica antes de contratar, y precisamente para producirla, hay que poder ocupar puestos que le dediquen tiempo y financiación. Para investigar se necesita apoyo, reflexión compartida y, sin embargo, es frecuente que un/a arteterapeuta, cuando ya tiene la suerte de ocupar un puesto de trabajo, debe lidiar con bastante soledad profesional. Estos son obstáculos externos, pero hay dificultades internas a la disciplina, que tenemos que afrontar también: desmontar las ideas preconcebidas que muchos/as arteterapeutas tienen sobre investigación, estimular la formulación de preguntas e hipótesis en torno a nuestra práctica clínica o facilitar la formación, el debate y los consensos sobre el paradigma de la práctica basada en la evidencia. Un reto importante para la inserción en contextos institucionales de salud es respetar los principios científicos generalmente aceptados, a la vez que conseguir adaptarlos a las características genuinas y complejas de nuestra disciplina, para una mayor idoneidad de las diversas metodologías de investigación.

¿Hay algo que no te preguntamos y quisieras comentar?

Me gustaría aprovechar este espacio para expresar mi gratitud hacia la Fundación Mémora, por su confianza y su soporte económico, que desde 2012 hacen posible la realización de mi trabajo.

Cómo citar este artículo:

Entrevista a Nadia Collette (2019). Arteterapia. Proceso Creativo y Transformación, 6 (31-36). Recuperado de: https://arteterapiarevista.ar/entrevistas-a-nadia-collette/