Musicoterapia: enlaces entre el cuerpo y la palabra
¿Qué es la Musicoterapia? ¿Cómo es el proceso que este abordaje propone? La escucha como eje conceptual y fundante de la práctica profesional. El lugar de la incerteza y la complejidad en el posicionamiento. La voz y la musicalidad como experiencia de construcción subjetiva. El conflicto como oportunidad. El trayecto de la incertidumbre al deseo, zonas transicionales, hallazgos en la grupalidad. La improvisación con la voz y la música como forma de dar con las claves del “buen vivir”.[1]
Palabras clave: Musicoterapia, escucha, devenir de la improvisación, buen vivir.
Hay muchas maneras de conocer la Musicoterapia. Una manera real, lineal y académica es anoticiarse que se trata de una carrera universitaria, de grado (Licenciatura), y que tiene una ley de ejercicio profesional (N° 27.753) que delimita sus incumbencias en el ámbito de la salud. Los y las musicoterapeutas tenemos derechos y obligaciones amparados por la Uniley y oportunidades de acceder a distintos tipos de desafíos e incumbencias en gestiones y abordajes autónomos, en forma privada, en equipos, consultorios, obras sociales y/o dentro de las políticas públicas.
Las formaciones académicas en Argentina (Universidad de Buenos Aires, Universidad del Salvador, Universidad Interamericana, Universidad Maimónides, Universidad Maza Mendoza) se precian de desarrollar líneas teóricas y praxiológicas diferentes, y esa diversidad de miradas hace una comunidad profesional que se establece y transforma permanentemente, generando trama, red interdisciplinaria, investigaciones y prácticas cada vez más comprometidas y eficaces para con las realidades sociales y humanas.
Pero hay otra Musicoterapia factible de ser entendida a la luz del estilo de cada musicoterapeuta, sus preferencias, sus habilidades, su área de desempeño y su recorrido personal y profesional. Así, el estilo, como la subjetividad, es en singular e inaugura formas de direccionar tratamientos que van más allá de los diagnósticos, metodologías o modelos de abordaje. Se trata de la ética y el posicionamiento profesional y humano. No hay procedimientos exigidos más allá de las pautas contempladas en la ley de ejercicio profesional. Las teorías de la Musicoterapia no están reglamentadas protocolarmente.
Es tarea de la Musicoterapia advertir, percibir, empatizar con las estéticas singulares, grupales y comunitarias porque es a partir de ellas que suceden los vínculos y las interacciones.
Me dedico a esta profesión hace 40 años. Aprendí escuchando y haciéndome escuchar. Descubrí preguntándome y preguntando. Recorriendo laberintos, atravesando mesetas, caminos sinuosos, empinados, tomé riesgos y me detuve apesadumbrada. Sobrevolé muchas y diversas formas de violencias institucionales y pocas respuestas me conformaron. Estudié mucho. Los procesos de aprendizaje conllevan tanta incertidumbre como la vida misma. Y desde ese pasado vigente mi curiosidad se mantiene viva.
Me gusta pararme donde se bifurcan los caminos. Las opciones surgen desde la incerteza. Paradigma de la complejidad, social, histórico y estético.
Cada vida es su contexto, sus oportunidades, sus ideales y desafíos posibles.
Cada paciente tiene una estética de vida. Su estética se nos presenta para ser escuchada con respeto, de manera sensible. Transformar una vida no es cosa simple, ni específicamente nuestra. Se precisa una alianza empática, comprometida e inteligente con quien nos consulta por su malestar.
Mi convicción es la mirada amplia que abre a interrogantes, focos en perspectiva.
Las hipótesis orientan, son necesarias para direccionar, despejar ruidos, encontrar el rumbo, crear melodías de vida.
Manantial que burbujea, las hipótesis actúan como bordes en cada decisión terapéutica: el buen vivir es el gran desafío significante. Cada consulta, cada tratamiento, inaugura un proceso, que largo o breve interpela sobre los singulares y posibles caminos que contribuyen a mejores modos de vida, a sanar heridas, a acrecentar la voluntad y la energía vital para hacer posibles las transformaciones individuales y colectivas.
En este aprendizaje de 40 años encontré en el arte algunas respuestas que no me dio la ciencia, y ni siquiera la racionalidad. Sé que es fuerte lo que afirmo, pero les invito a pensar desde otra perspectiva: la estética.
Es tarea de la musicoterapia advertir, percibir, empatizar con las estéticas singulares, grupales y comunitarias porque es a partir de ellas que suceden los vínculos y las interacciones significantes. La escucha sensible de los procesos de formalización (campos notables, funciones sonoras, organizadores sonoros) de los discursos expresivos, es el sostén relacional prioritario que acompaña las vicisitudes subjetivas y modos de vida.
La experiencia de la forma. El placer de la “obra”. La composición del discurso propio, grupal o colectivo, paso a paso.
Empezar desde el principio. Animarse a la vivencia corpórea que trae cada idea que nos habita. Encarnadura del discurso. ¿Re – inventar – repensar? lo dicho, lo sentido, el acto.
Disfrutar del hallazgo sutil que traen los procesos terciarios (Fiorini, 1995) que habitan en todas las personas. El laborioso trabajo de hacerse cargo de lo propio y descubrirse amorosamente en la manifestación espontánea, en la expresión. De eso se trata para mí esta profesión.
Un tiempo, un espacio, unos materiales (el silencio, los sonidos, la música, el gesto, el cuerpo, la palabra) y, fundamentalmente, un “hacer” con eso. Hacer lo que denomino modelado del formante sonoro, deslizamiento del sentido que deviene en significante.
Esa experiencia, que es un “hacer musical reflexivo” (Agrupación Colectivo85, 2013), busca elaborar la incertidumbre que genera estrés (sobrecarga, conflicto y dolor) y transformarla.
Disfrutar del hallazgo sutil que traen los procesos terciarios (Fiorini, 1995) que habitan en todas las personas. El laborioso trabajo de hacerse cargo de lo propio y descubrirse amorosamente en la manifestación espontánea, en la expresión. De eso se trata para mí esta profesión.
Escucha y musicalidad. Acto y oportunidad para construirnos como sujetos deseantes. Una sesión de Musicoterapia invita a estar en el presente y desde allí crear porvenir, proyecto de vida. Energía que fluye y se direcciona amasando, organizándose en una “obra” que no es otra cosa que nuestro propio destino.
Cantar, tocar, explorar sonidos, palabras o silencios es una experiencia muchas veces inédita. Se trata de poner en contacto lo cotidiano con algunos aspectos no sabidos de uno mismo, pero que están allí, al alcance de nuestra percepción.
Registrar la propia voz constitutiva, inaugural puesta en juego. Nada de música se precisa saber, porque para eso están los conservatorios y los profesores. La Musicoterapia es una experiencia espontánea, sensible, que busca enlazar el cuerpo con la palabra. O sea, crea palabra al encarnarla y crea cuerpo vinculante que, de ser sostén biológico del acto, pasa a ser cuerpo simbólico y espiritual. Es una experiencia sencilla, mínima y, justamente por eso, profunda.
La ceremonia es el encuentro con un símbolo que, aunque no delimitado, acabado, nos ayuda a percibir en la realidad múltiples perspectivas y postergar la ansiedad de la incerteza, bordearla y mantener viva la esperanza de un porvenir.
El paso del pensamiento concreto al abstracto nos brinda la flexibilidad necesaria para soportar la incertidumbre y la complejidad. Captar lo simbólico de la realidad es una forma concreta de advertir lo diferente, lo diverso, las verdades paralelas. Es una capacidad psíquica que propicia la responsabilidad relacional y, por lo tanto, el camino a la construcción del buen vivir. Convivencia con lo múltiple.
La improvisación sonora espontánea en Musicoterapia no es ingenua, abre un juego de sentires e interpretaciones. El hecho estético tiene valor en sí mismo, los sujetos transitan una experiencia lúdica y muy seria a la vez.
Un grupo de mujeres exploraban y creaban con papeles de diarios una escultura sobre la mesa… parecía tan nimia la actividad cuando una de ellas observó: “¿Es como una casa, lo de adentro es lo íntimo, lo que nos cuesta expresar? Hicimos una casa, ¿ven?”.
La escucha, la musicalidad, es una forma de construirnos como sujetos de nuestro deseo. Proyecto de vida. Energía que fluye y se direcciona amasando, organizándose en una “obra” que no es otra cosa que nuestra propia vida.
Entonces, propuse ponerle sonidos a esa pequeña gran obra de papel y esa casa comenzó a sonar. Surgieron sentimientos de enojo, de vergüenza, de pudor, de cierta tristeza.
Y el despliegue de esa situación grupal (musicalidad) las sorprendió. Inaugurar y captar un símbolo construido desde ellas espontáneamente, les permitió abrir la reflexión hacia otras perspectivas y encontrar nuevas herramientas de afrontamiento.
“Abrí las ventanas”, dice una, “pintemos las paredes”, dice otra. “¿Qué hacemos que nos guste en lo cotidiano?” (para ver el video, hacer clic en el link que se encuentra en la nota al pie de página).[2]
La experiencia de la musicalidad es una escucha porosa que nos adentra a lo complejo que nos habita. Como en la polifonía, las distintas líneas melódicas van encontrando lugares de convivencia, no sin tensiones, no sin conflictos. Tolerancia a las repeticiones; oportunidades de selección, de variación. Animarse a los contrastes, a las texturas densas, a las simples; a la circulación del protagonismo y, fundamentalmente, al silencio primordial, capaz de contener la presencia y la ausencia, un registro posible de la serenidad necesaria para aceptar la vida y la muerte.
Bibliografía
Colectivo85. Abramovici, Demkura, Isla, Jiménez y Morello (2008). “El hacer musical reflexivo: Hacia una construcción de una propuesta comunitaria”. Comisión de Acción Comunitaria, ASAM. XXI Congreso Mundial de Musicoterapia. Buenos Aires, 2008. Disponible en: https://docs.google.com/document/d/1FYHHulMdDgwU5ioHUx-CR2zezV-iHrCCbwU0CAJe4UQ/pub#ftnt1
Fiorini, H. (1995). El psiquismo creador: teoría y clínica de procesos terciarios. Buenos Aires: Lugar Editorial.
Pellizzari, P. y Equipo ICMus (2005). Proyecto Música y Psiquismo. Lo Psicosonoro. ICMus ED.
[1] El uso de un lenguaje que no sea sexista ni discriminatorio es una de las preocupaciones de quienes concibieron este material. Sin embargo, y con el fin de evitar la sobrecarga gráfica que supondría utilizar en español “o/a” para marcar la existencia de ambos sexos, hemos optado por usar el masculino genérico clásico, en el entendido de que todas las menciones en tal género representan siempre a varones y mujeres.
[2] Ver video: https://drive.google.com/file/d/1ZmXloKQJAwY5GRX7EnbcX0NbFq-vAfAi/view?usp=sharing
[*] Licenciada en Musicoterapia. Psicomotricista. PhD. en Psicología. Directora de la Asociación ICMus. Profesora Titular de la Universidad del Salvador. Especialista en Abordajes Comunitarios, Adultos y Familias.
Cómo citar este artículo:
Pellizzari, P. (2020). “Musicoterapia: enlaces entre el cuerpo y la palabra”. Arteterapia. Proceso Creativo y Transformación, Nº 8, pp. 9-11. Recuperado de https://arteterapiarevista.ar/musicoterapia-enlaces-entre-el-cuerpo-y-la-palabra