Entrevista a Luis Formaiano

“La ligazón al propio proceso creativo es indispensable para un arteterapeuta. El trabajo con uno mismo, con su propia simbólica, con sus contenidos inconscientes es esencial para poder comprender lo que le acontece al otro al trabajar en arte. Es fundamental explorar los diferentes lenguajes y, tal vez, poder movernos flexiblemente entre unos y otros, porque cada uno nos va a dar una respuesta creativa diferente y nos va a permitir llegar a zonas internas diferentes”.

Nos gustaría comenzar reflexionando sobre las motivaciones de tu formación universitaria inicial, ¿cuáles fueron las razones que te llevaron a estudiar Psicología?

Desde muy pequeño manifesté interés por lo que sentía y le pasaba al otro, el recuerdo más temprano que poseo es el un vecinito hipoacúsico, y consecuentemente con dificultades para articular palabras, a quien sus padres, en tardes de invierno, lo ponían a jugar solo en el patio. Yo me acercaba y me sentaba frente a él, llevaba algún juguete mío y se lo entregaba, intuitivamente lo invitaba a jugar conmigo dirigiendo su mirada a mis labios, que silenciosamente cursaban la invitación. Modulaba mis labios con cuidado y sin emitir sonido. Luego, en la primaria, siempre protegí y escuché al más débil, al que le hacían bullying (en esa época, década del 60, no se llamaba así), al que dejaban de lado, simplemente acompañando y conteniendo, sin saber muy bien por qué, pero producía un efecto balsámico en mis compañeros. Promediando la secundaria sentí que Psicología era la carrera que me convocaba, aun contrariando mandatos familiares que esperaban que yo siguiera Medicina o Abogacía.

El arte se reveló en algún momento como un encuadre posible para trabajar con tus pacientes. ¿Cuál fue el contexto en que decidís realizar la especialización en Arteterapia en la actual Universidad Nacional de las Artes?

Yo venía de una interesante trayectoria como artista plástico, con exhibiciones mayormente en el exterior (eso fue en década del 90). En principio, descubrí que mi obra hablaba sobre los temas universales que me convocaban, resultado de mis lecturas de Rudolf Steiner y Carl Jung, pero también hablaba de mi mirada sobre esos temas, “La temporalidad de la carne” y “¿Esto es todo lo que hay?” me confrontaban con la vejez, “El último viaje” y “Todo final es un nuevo comienzo” plasmaban mis ideas acerca de la muerte, y así, entre otros temas, la sexualidad, el amor, la soledad. De algún modo me ayudaban a comprender lo que sentía profundamente sobre esos temas, explorándolos en imágenes.

Si bien el proceso era interesante, porque siempre fue una construcción que partía de principios gestálticos, el producto final buscaba un resultado estético porque el fin último era su exhibición y comercialización. Sin embargo, en algún punto esbozaba un camino hacia el arteterapia –en tanto autoconocimiento– y es así cómo, buscando una forma de unir la psicología con el arte, encuentro el Posgrado en Arteterapia y todo se alinea bajo ese fin. Me acuerdo el sentimiento de elación cuando ingresé al posgrado, sentí que había llegado a la concreción de un deseo muy profundo.

Posteriormente realizaste una especialización en Psicología Analítica, que imaginamos fue el primer paso para luego profundizar en el arteterapia con orientación junguiana. ¿Cuáles fueron esas primeras presunciones o intuiciones que te llevaron a acercarte a este enfoque?

Yo ingresé a la Fundación Jung como alumno de la formación en Psicología Analítica. Por esa época, el entonces director me ofrece hacerme cargo de la coordinación de la formación en Arteterapia Junguiana, a la par de seguir formándome como psicólogo junguiano. Era el año 2005 y el hecho de ser quien elaboraba los contenidos programáticos me facilitó sumergirme de lleno en el fascinante mundo de Jung aplicado al arteterapia. Fundamentalmente me interesó la utilización que Jung hacía del arte con todos sus pacientes, la técnica de imaginación activa como manera de dialogar con tu propio mundo interno y luego plasmar ese diálogo en imágenes, en escritura o en movimiento. Sentí que se abría un campo plagado de recursos para contactar a cada paciente con su inconsciente a través de su producción, además de la riqueza arquetípica de los cuentos de hadas y los mitos para entendernos individual y colectivamente.

Fue en la Fundación Jung donde probé consignas grupales que hoy, casi veinte años después, se han vuelto material que está en mis libros y que tantos alumnos replican en diferentes lugares.

¿Cuáles son los arquetipos y mitologemas junguianos que considerás medulares e inspiran tu trabajo en arteterapia?

Los arquetipos básicos para trabajar en Arteterapia Junguiana son, en principio, el del niño y el de la madre. Utilizo mucho el arquetipo del inocente y el del huérfano, que fueron teorizados por Carol Pearson. Otro arquetipo importante es el del Anciano Sabio o Chamán interior, cuyo trabajo es acompañado por una ensoñación dirigida, que si bien no es una técnica estrictamente junguiana, funciona muy bien como disparador evocador de imágenes. De hecho, las primeras ensoñaciones las hacía en vivo en la Fundación Jung, viendo y expresando las imágenes que aparecían en mi mente a la par que los alumnos las ensoñaban para después plasmarlas. Recientemente comencé a registrarlas digitalmente y hoy pueden encontrarse varias de ellas en mi página web.

El trabajo con mandalas también es importante porque permite abordar el arquetipo del self, como centro regulador de la personalidad, y el proceso de individuación. Este último es el objetivo de todo abordaje arteterapéutico desde la teoría junguiana, el llegar a ser quien vinimos a ser, autorrealizarse.

Para explorar emociones y actitudes vitales frente a la vida utilizo mitos, como el de Orfeo y Eurídice para trabajar el tema del amor, o el de Afrodita y Ares, de cuya unión nació Eros. Es fundamental como trabajadores en el ámbito de la salud conocer el Mito de Quirón para trabajar el arquetipo del Cuidador, también teorizado por Carol Pearson, que nos lleva al Sanador Herido en cada uno de nosotros. La experiencia sanadora de relatar el mito y trabajar sobre la propia herida y la del otro se ha convertido en un taller que estaré presentando en el próximo congreso de Psicología Analítica que se realizará en Montevideo en el mes de octubre.

¿Qué otro marco teórico y qué conceptos han sido fecundos en tu trabajo arteterapéutico?

A partir del retiro gestáltico de diez días que hice en 2014 con Claudio Naranjo, comencé a utilizar algunas de las propuestas provenientes de la Gestalt, especialmente el darse cuenta y el trabajo con figura-fondo. También incorporé, en abordajes grupales, el movimiento espontáneo. Por otra parte, utilizo algunas técnicas provenientes del mindfulness, a través del uso de ensoñaciones dirigidas.

Creo que los arteterapeutas tenemos que ser lo suficientemente flexibles como para incorporar aportes de otros marcos teóricos que contribuyan a una mejor expresión del mundo interno de nuestros pacientes. Un sólido marco teórico es uno que sea lo suficientemente flexible como para nutrirse de diversos marcos, en tanto las necesidades del paciente pueden requerir la utilización de un marco teórico específico.

Has sido miembro fundador de la Asociación Argentina de Arteterapia. ¿Cómo surgió la idea y cuál fue el contexto que llevó a formalizar una institución que nuclee a arteterapeutas en la Argentina?

La idea de la Asociación surgió muy tempranamente, cuando me estaba formando como arteterapeuta. Ya sabía de las otras asociaciones en distintas partes del mundo y me parecía que sería apropiado tener la nuestra. En su momento lo conversé con Judith Mendelson, que había sido docente en mi formación, y ella convocó a un grupo de psiquiatras que trabajaban con el arte. La idea era nuclear las diferentes formaciones para potenciar el rol del arteterapia en nuestro país. Al comienzo estuvo todo bien, pero luego de algunos incidentes insalvables, y al no cumplirse con lo estipulado en los estatutos, renuncié a la Presidencia y a la propia Asociación; tiempo después lo hizo Judith Mendelson. Mirando en retrospectiva, fue un intento interesante que no prosperó.

En tu primer libro, Arteterapia. Abordajes, actividades y recursos, comentás varios casos de arteterapia individual y grupal. ¿Qué bondades reconocés en cada una de estas modalidades? ¿Existen problemáticas para las que considerás que alguna de ellas es más adecuada?

 

“Creo que los arteterapeutas tenemos que ser lo suficientemente flexibles como para incorporar aportes de otros marcos teóricos que contribuyan a una mejor expresión del mundo interno de nuestros pacientes”.

 

La modalidad individual es como un trabajo de orfebre, la creación de un espacio seguro y contenedor genera un vínculo muy especial con los pacientes, quienes, llegado el momento de cerrar el recorrido, no quieren irse del espacio. El acompañamiento está centrado en el paciente y en lo que aqueja a su alma. Es compartir un viaje hacia su centro, estar atento a lo que va surgiendo de una sesión a otra; es un espacio para poder ser en libertad, de pensamiento, sentimiento e imaginación creadora.

El abordaje grupal, por otro lado, es hermosamente convocante, en tanto somos testigos del armado de la matriz grupal y todos los intercambios enriquecedores que se dan en el dispositivo. En un proceso de construcción que requiere cintura para manejar las distintas cuestiones que surgen en todo grupo, eso es algo que se adquiere con la práctica, como siempre les digo a los alumnos.

“Creo que los arteterapeutas tenemos que ser lo suficientemente flexibles como para incorporar aportes de otros marcos teóricos que contribuyan a una mejor expresión del mundo interno de nuestros pacientes”.

La grupalidad permite el encuentro entre pares, como sucede en los hospitales de día, aún con diferentes patologías, hay un padecimiento que todos comprenden y se dan ánimo mutuamente. Algunas patologías no deberían ser tratadas en arteterapia individual, ya que no se cuenta con un equipo interdisciplinario que pueda intervenir en el momento de producirse una descompensación por parte del paciente. Aquellos pacientes que yo he atendido de forma individual y que tenían un diagnóstico grave fueron “quijotadas” que no volvería a repetir. Esto ha de tenerse muy presente, encontrar el propio límite, revisar la contratransferencia… son cuestiones muy delicadas que hacen a nuestro quehacer. Creo que el abordaje individual es adecuado para todo tipo de neurosis, pero también para un trabajo de desarrollo personal a través del autoconocimiento.

El primer capítulo de tu libro Arteterapia con patologías crónicas está dedicado a la investigación en arteterapia y, en particular, al estudio de caso. ¿Cuál creés que es el enfoque más adecuado para investigar en arteterapia?

El estudio de caso ha sido el que he privilegiado a lo largo de estos veinte años como arteterapeuta. Es un método cualitativo que permite construir una narrativa en imágenes y palabras que da testimonio de los avances que se logran en cada tratamiento. Vemos una porción de la vida del paciente y somos testigos del manejo que hace de sus recursos, de la exploración de temas, de la resolución de los problemas que va encontrando en la construcción de la imagen. Los propios pacientes se asombran al descubrir su capacidad expresiva y muchos, de hecho, continúan luego asistiendo a un taller de arte. Si bien se considera que la mirada del método cuantitativo demuestra más fehacientemente los resultados de un tratamiento y le otorga a la profesión un estatus más científico, yo sigo trabajando desde lo cualitativo.

En ese mismo texto, comentás la experiencia del taller de arteterapia para personas que viven con VIH/SIDA desde 2004 hasta 2006. ¿Cuáles han sido los principales aprendizajes de esa experiencia?

Este taller fue una lección de vida, si bien se extendió durante diez años, a los efectos del libro me centré en los años iniciales de la actividad. El grupo fundante mantuvo su núcleo a lo largo de mucho tiempo y encontró que el taller era el lugar ideal para poder expresarse sin tapujos. Aparecieron sus miedos y frustraciones, su lucha contra el virus y sus esperanzas.

“El estudio de caso ha sido el que he pri vilegiado a lo largo de estos veinte años como arteterapeuta. Es un método cuali tativo que permite construir una narrativa en imágenes y palabras que da testimo nio de los avances que se logran en cada tratamiento”.

 

“Es esencial sentirse preparado para entrar en un universo que puede generar incomodidad, en tanto el temor a la locura (o a la pérdida de control) es bastante común, junto con el miedo a la muerte”.

 

En las casi quinientas sesiones del taller abordamos absolutamente todos los temas que puedan imaginarse y cada año renovaba mi compromiso de continuar incorporando nuevos participantes. En un momento había más de treinta, pero los encuentros duraban hasta casi tres horas y eso permitía la amplia participación de cada uno. Fue una experiencia amorosa, gratificante, sanadora y aleccionadora, y me ayudó a trabajar mi sanador herido, aunque en ese momento no tenía clara esa teorización que ahora es la que uso como puntal. También aprendí la importancia del trabajo en grupo de pares, donde el compartir historias de vida, suplir de medicación a quienes tenían dificultad para conseguirla y generar nuevos lazos le dio un valor agregado. Finalmente, tal vez el aprendizaje más importante haya sido el de desarrollar la empatía y la compasión para intervenir adecuadamente desde nuestra propia humanidad.

Tenés amplia experiencia de trabajo arteterapéutico con personas que padecen psicosis. ¿Qué es importante tener en cuenta para trabajar con esta población?

En primer lugar, leer los diagnósticos como figuran en el DSM V, el manual de psiquiatría. En las clases de psicopatología se enseñan los diferentes cuadros, entiendo que desde la nosografía freudiana. Aun así, el DSM aporta descripciones amplias que pueden ser útiles, especialmente en cuanto a sintomatología. Luego, tener en cuenta la contratransferencia. Es esencial sentirse preparado para entrar en un universo que puede generar incomodidad, en tanto el temor a la locura (o a la pérdida de control) es bastante común, junto con el miedo a la muerte.

Son los grandes temas que nos convocan, la pérdida de la salud mental no siempre tiene causas endógenas, un contexto incierto y poco favorable puede llevar a crisis de pánico, angustia y depresión. Como siempre digo en mis clases, hay que hacerse una serie de preguntas para poder analizar en profundidad: ¿qué siento respecto de la población con la que quiero trabajar?, ¿soy prejuicioso?, ¿siento que no voy a poder manejar determinadas situaciones?, ¿hay algo que tema y puede que no lo tenga claro?, ¿poseo el conocimiento necesario? En segundo lugar, es importante estar preparado para frustrarse y poder tramitar esa frustración. Muchas veces los pacientes están sobremedicados o abúlicos y no aprovechan la actividad, hay que armar estrategias para poder incorporarlos al grupo aunque no hagan nada. Y, desde ya, saber que, de acuerdo con la gravedad de cada caso, habrá cosas que el paciente puede hacer y otras que no.

Tu vida aparece ligada al arte como artista plástico, escritor y actualmente productor de tu primera obra teatral, Las persianas tienen ojos. ¿Qué te ha aportado cada uno de estos lenguajes y por qué considerás debe permanecer ligado a su propio proceso creativo?

La ligazón al propio proceso creativo es indispensable para un arteterapeuta. El trabajo con uno mismo, con su propia simbólica, con sus contenidos inconscientes es fundamental para poder comprender lo que le acontece al otro al trabajar en arte. Es fundamental explorar los diferentes lenguajes y, tal vez, poder movernos flexiblemente entre unos y otros, porque cada uno nos va a dar una respuesta creativa diferente y nos va a permitir llegar a zonas internas diferentes.

“Es esencial sentirse preparado para entrar en un universo que puede generar incomodidad, en tanto el temor a la locura (o a la pérdida de control) es bastante común, junto con el miedo a la muerte”.

La pintura me enseñó a observar la realidad, a conectar con la emoción a través del color, a trabajar la paciencia y la minuciosidad, lo pequeño (en el caso de mi obra, una construcción lo más realista posible de la imagen del cuerpo humano, hasta que la carne se tornara carne), a narrar visualmente y a moverme en una misma obra entre lo figurativo y lo abstracto.

La escritura me aportó el enriquecimiento de mi capacidad expresiva a través de las palabras, ampliando mi vocabulario, explorando la forma más adecuada de transmitir conocimiento –todo un desafío– y el poder hacer una síntesis conceptual de la profesión. Mi obra teatral Las persianas tienen ojos fue la forma más concreta de trabajar mi biografía, a través de un texto que asemeja una larga sesión de análisis; el efecto se duplicó al ver mi historia sobre el escenario, mi yo joven y mi yo adulto interactuando como en un ensueño atemporal, mis padres volviendo a la vida, la carga emocional… fue un proceso arteterapéutico completo, la pintura fue la imagen, la escritura, la palabra y la obra, imagen más palabra, mi vida tornándose en arte, mi subjetividad objetivándose de maneras diversas y complementarias.

Sos docente de varias formaciones de arteterapia en Buenos Aires y en Madrid, ¿qué saberes y prácticas considerás que son importantes para el ejercicio profesional?

Fundamentalmente, un sólido conocimiento de la historia del arte, como la necesidad, más allá de razones propiciadoras de la caza y la fertilidad, que llevaron al hombre prehistórico a expresarse, dando nacimiento al arte rupestre y cómo a través de los siglos evolucionó hasta llegar al arte moderno. De qué manera ciertos temas fundamentales –como la niñez, la vejez y la muerte– fueron tratados a lo largo de la historia del arte. Cómo fue alternando el interjuego entre la línea y el color de acuerdo con los diferentes movimientos pictóricos y cómo en la actualidad ha surgido un interés por el arte mediúmnico y visionario, sin perder de vista las vanguardias.

Luego, conceptos básicos provenientes de la psicología, tomando como base los fundacionales, psicoanalíticos y poniendo el énfasis en la transferencia, la contratransferencia, los mecanismos de defensa y las características de los cuadros neuróticos y psicóticos, pero también explorando otras teorías, como la junguiana y la winnicottiana, conceptos tales como el psiquismo creador y las nuevas investigaciones sobre el trauma. Desde ya que también la teoría propia del arteterapia, construida sobre una cantidad cada vez más creciente de investigaciones provenientes de todo el mundo y con las poblaciones más diversas.

En cuanto a las prácticas, es fundamental la experiencia de práctica grupal, la coordinación de un grupo de arteterapia plantea desafíos fundamentalmente con respecto al registro del material y las verbalizaciones de cada paciente o integrante del taller. El desarrollo de la dinámica grupal, los roles, la construcción de la matriz grupal, todo eso es necesario tener en cuenta para garantizar una buena práctica institucional. Demás está decir que el trabajo sobre sí mismo que cada arteterapeuta realiza en la formación es vital para comprender el propio proceso creativo y los grados de dificultad que cada propuesta o consigna pueda representar para un paciente.

¿Cuál considerás que es el estado del arteterapia en la Argentina en términos del reconocimiento de la disciplina, las formaciones y los lugares de inserción para arteterapeutas?

Yo creo que vamos lento, en países anglosajones la práctica está nomenclada y el arteterapeuta es un integrante más de las cartillas de profesionales ofrecidos por los servicios de salud. Sabemos que el título en nuestro país, como todo título de posgrado, no es oficial, el oficial es el título de grado. Muchos estudiantes manifiestan preocupación ante esto, sienten que reciben un certificado que no tiene validez. Pero sí la tiene, y está fundada en el conocimiento y la práctica que se obtiene durante la formación. Por eso, es imprescindible que quienes quieren formarse deben buscar formaciones con trayectoria y una duración que nunca puede ser menor a tres años. El resto son cursos.

Por otra parte, creo que hay un creciente interés en el arteterapia desde muchas instituciones, por lo que se hace necesario continuar visibilizando y expandiendo nuestros saberes, nuestras prácticas y nuestro amor por esta profesión que toca las vidas de tantos seres humanos.

Cómo citar este artículo: 

Entrevista a Luis Formaiano (2023). Arteterapia. Proceso Creativo y Transformación, 11, 54-59.