Arteterapia: creación y construcción de la realidad

María Emilia Giaileola[*]

Resumen

En este artículo se propone realizar un viaje a través de algunos significantes asociados a una posible lectura del Arteterapia, para luego explorar desde ellos la experiencia desde un espacio de Arteterapia en un instituto de adolescentes varones privados de su libertad, de la Provincia de Tucumán (Argentina).

Palabras clave: Arteterapia, creación, experiencia estética, adolescentes, identidad.


En primera instancia, proponemos definir al Arteterapia como una modalidad terapéutica que utiliza el proceso creativo, los recursos y herramientas de la expresión artística como mediadores para acompañar y facilitar un proceso terapéutico, con diversos objetivos que pueden relacionarse con la prevención, el mantenimiento, la recuperación y rehabilitación o los cuidados paliativos de la salud integral de las personas o grupos, como así también para procesos de autoexploración y desarrollo personal.

En un dispositivo de Arteterapia se genera un vínculo entre el participante, el proceso creativo y el arteterapeuta. A partir del desarrollo de la creación, que ocurre contenida en este vínculo, se busca elaborar la experiencia artística otorgando, descubriendo y construyendo sentido a lo creado. El diálogo que se produce hacia adentro del espacio terapéutico se sostiene a partir de los lenguajes artísticos, cuyo sentido se va construyendo a lo largo del proceso.

Podemos decir también que la creación artística apela a la espontaneidad, a lo instintivo, a lo que nos dice la intuición. Y los lenguajes artísticos, como puede ser comunicarnos por medio de imágenes (visuales, literarias, corporales), de movimientos, de sonidos, tienen que ver con una capacidad innata que todos tenemos. No así el lenguaje verbal, el cual aprendemos y desarrollamos a lo largo de nuestra vida. Y cuando hacemos referencia a lenguajes artísticos no estamos hablando de las técnicas o disciplinas que entran en la categoría institucional “Arte”, que sí requieren un aprendizaje y un ejercicio (como tocar el violín, esculpir, actuar en teatro o practicar ballet, etc.). Nos referimos a aquellos signos que creamos cuando exploramos el mundo, a aquello que se produce a partir de las experiencias estéticas, entendiendo a estas experiencias como aquellas que nos impactan y nos conmueven, que nos sensibilizan, pero al mismo tiempo nos abren múltiples posibilidades de dar sentido a aquello que conocemos, a aquello que nos rodea. La experiencia estética como instancia de percepción y de reflexión, que nos permite ir dando identidad a aquello a lo que llamamos “realidad”.

En el Arteterapia buscamos volver a encontrarnos desde las experiencias estéticas. Conocernos y reconocernos a través de nuestro cuerpo como mapa, de nuestras experiencias como huellas, de nuestras historias como tramas que constituyen quiénes somos.

Cuando somos niños (y todavía no estamos tan atravesados por el lenguaje verbal) todas nuestras experiencias son de este tipo, porque nos aventuramos a conocer un mundo al que recién llegamos. Lo exploramos por medio del juego y de los sentidos; expresamos nuestros sentires en gestos, movimientos, imágenes y sonidos. Seguramente todos hemos escuchado decir a alguna mamá o papá que su hija/o tiene “su propio lenguaje”. Y se trata justamente de eso, de cómo ese niño vive y experimenta el mundo desde su mirada y desde sus vivencias, y, al mismo tiempo, cómo elabora esas experiencias, para qué le sirven, qué aprendizajes le generan. Toda esta información se encuentra alojada en cada uno de nosotros, en nuestro cuerpo, en nuestros recuerdos y nuestros sentires.

En el Arteterapia buscamos volver a encontrarnos desde las experiencias estéticas. Conocernos y reconocernos a través de nuestro cuerpo como mapa, de nuestras experiencias como huellas, de nuestras historias como tramas que constituyen quiénes estamos siendo; y como puntos de partida para sumergirnos en nosotros mismos y transformar el malestar, el dolor, el sufrimiento. El espacio de creación se configura como una especie de realidad ficcional[1] en la cual jugamos, ensayamos, probamos y construimos soluciones a los desafíos que se nos presentan. La propuesta del Arteterapia se funda en poder explorar, descubrir, crear y transpolar estas resoluciones a las dificultades o conflictos que la persona pueda estar atravesando; la expresión artística se configura como instancia de comunicación pero también de desarrollo del pensamiento creativo como paradigma para la constitución subjetiva y la construcción de realidad.

Desde esta perspectiva, proponemos también la idea de que las personas somos seres en constante transformación, subjetiva y social. A partir de allí, el “cómo” enfrentamos las situaciones que nos generan dificultades o conflictos son parte de este dinamismo; responden a momentos y contextos socioculturales determinados, así como a los paradigmas y patrones que vamos adoptando en nuestras experiencias de vida, las formas que elegimos de ser, de estar, de habitarnos y de habitar el mundo. Por eso apelamos a que las personas descubran, proyecten e instituyan herramientas simbólicas que les permitan afrontar las situaciones adversas, en la búsqueda de una transformación que restaure el bienestar personal y/o social.

La expresión artística nos ofrece herramientas que permiten conectar en forma directa con nuestros sentidos. Cuando creamos ponemos el cuerpo, estamos y somos presentes en nuestra creación.

La expresión artística nos ofrece herramientas que permiten conectar directamente con nuestros sentidos. Cuando creamos ponemos el cuerpo, estamos y somos presentes en nuestra creación. Cuando creamos nos comunicamos con nuestras experiencias estéticas originarias, y al mismo tiempo que creamos imágenes, movimientos y sonidos creamos sentido, creamos realidad.

Los muchachos[2] del Roca

En el Roca, un instituto que aloja a adolescentes varones de 16 y 17 años, privados de su libertad por conflictos con la ley penal (en la Provincia de Tucumán, Argentina), comparto con los muchachos un espacio de Arteterapia. Nos encontramos en este espacio una vez por semana y juntos creamos realidades, mundos y universos en los que nos sumergimos cada día. En esta institución, la permanencia de los adolescentes es variable, por lo que los grupos también van cambiando. A veces nos encontramos un par de días, otras veces nos acompañamos meses, pero la idea siempre es la misma: crear, jugar, soltarse, explorar, conocerse, expresarse a través de la expresión artística.

Desde lo conceptual, este es un dispositivo que se sale bastante de las “recetas tradicionales” y se va construyendo en el hacer. En una dinámica que es entre individual y grupal al mismo tiempo, nos conecta (al decir de Rodolfo Kusch) el estar ahí. El estar presentes. El ser parte de ese momento, que se sale de lo cotidiano y en donde los muchachos, de a poco, empiezan a mirarse y descubrirse; a correrse de los personajes y rótulos atribuidos; a pensarse desde el deseo y la fantasía; a probar y equivocarse, ensayar, volver a probar.

Nos encontramos en canciones, leyendas, anécdotas, poemas, colores, movimientos. Nos encontramos en el cuerpo y en sus huellas, tan llenos de historias y batallas, porque uno siempre es el punto de partida y el de llegada.

En este espacio habitan sentires profundos, a veces crudos, crudísimos; a veces cálidos, llenos de risas y picardía. Y mientras pintamos, modelamos, recortamos o escribimos, charlamos sobre el porqué de la existencia, sobre los dioses y santos, sobre las realidades personales, sobre ciencia e historia, sobre artistas, sobre hermanos, novias y amigos. Aunque hay días que necesitamos encontrarnos en los silencios y en las imágenes, en la música que nos envuelve y acaricia. De cualquier manera, estamos presentes y eso es lo importante.

En este espacio habitan sentires profundos, a veces crudos, crudísimos; a veces cálidos, llenos de risas y picardía. Y mientras pintamos, modelamos, recortamos o escribimos, charlamos sobre el porqué de la existencia.

Casi siempre, el que llega al espacio viene con el aviso de “yo no sé dibujar/ pintar/ bailar/ cantar”, se enoja rápido cuando no le sale algo, no quiere mostrar lo que ha hecho o se excusa en que está feo porque, justamente, él no sabe. Aquí es donde se despliegan las experiencias estéticas, desde pequeñas acciones que funcionan como ventanas a la multiplicación de sentidos, de ideas y de vivencias. Y casi siempre va por ahí el primer triunfo, cuando se da cuenta de que en realidad sí sabía, sí podía, cuando se lo alienta a encontrar su propio estilo y se descubre inventando formas, eligiendo colores, creando personajes. Cuando pide que su creación se pegue en la pared y no quede guardada en el cajón o cuando decide regalársela a alguien. Creo que esos momentos están cargados de magia. Porque no sé cómo más definirlo, como si de pronto el mundo se detuviera para que él pueda contemplarse y enorgullecerse. Cuando ni siquiera hace falta una aprobación porque con la suya es más que suficiente.

Las búsquedas que emprendemos tienen que ver con descubrir el sentir personal, cómo sentimos, qué sentimos, dónde lo sentimos, cuándo lo sentimos; y en esos recorridos vamos desanudando historias, experiencias, recuerdos. Conviviendo con fantasmas, y sobre todo con la muerte, tan presente en sus vidas. Frente a la distancia que muchas veces separa nuestras realidades cotidianas, poder encontrarnos en el arte es una alegría, porque así construimos un lenguaje común, una manera de comunicarnos y entendernos desde lugares simples, sinceros y auténticos.

Desde el espacio de Arteterapia lo que propongo es el encuentro, la mirada y la compañía. Un espejo donde mirarse con cariño, por debajo de los prejuicios propios y ajenos, y descubrirse capaces, únicos, valiosos. Pero no solo descubrirse, sino también hacerse responsable de uno mismo, cuidarse, quererse. Poder habitarse desde lo que conozco y lo que me queda por descubrir, pensarse móvil y dinámico, entenderse desde lo que hoy decido que quiero estar siendo. Pero lo más rico de este espacio no es la propuesta, sino el tejido que se va construyendo y crece con cada muchacho que pasa por el taller, que se lleva algo y también deja algo; este entramado de afectos y vivencias que se alojan en la confianza del encuentro.

Y desde ese encuentro con lo propio, con lo originario, con quien quiero estar siendo, volver al encuentro con el otro, con los otros. Porque, como les decía, con los muchachos del Roca creamos realidades, mundos y universos en los que nos sumergimos, pero siempre volvemos a la superficie a respirar.

Bibliografía

Oliveras, E. (2005). Estética. La cuestión del arte. Buenos Aires: Ed. Planeta.

[1] Decimos “una especie de realidad ficcional” porque nada de lo que sucede en el espacio arteterapéutico es ajeno a la realidad de la persona que lo transita, aunque el encuadre proponga un corrimiento de los cánones cotidianos con los que definimos lo que es real. Al mismo tiempo, consideramos que no hay un universal que determine qué es “la realidad”, sino que la noción de realidad habita en la construcción que personas y sociedades hacen de ella, y se transforma constantemente.

[2] Usamos el término “muchachos” como una expresión de cariño acuñada en alguna de las historias del espacio de Arteterapia.


[*] Licenciada en Artes Plásticas (Universidad Nacional de Tucumán). Máster en Arteterapia Transdisciplinar (IASE). Presidente y docente de la Asociación Argentina de Arteterapia, Filial Tucumán.

Cómo citar este artículo:

Giaileola, M. E. (2020). “Arteterapia: creación y construcción de la realidad”. Arteterapia. Proceso Creativo y Transformación, Nº 8, pp. 23-25. Recuperado de https://arteterapiarevista.ar/arteterapia-creacion-y-construccion-de-la-realidad