La pandemia que la humanidad padece en distintos tiempos, ritmos y olas ha suscitado interrogantes y debates sobre el ejercicio de la profesión de arteterapeuta. En esta época, las sesiones presenciales “cara a cara” se han visto complementadas o directamente reemplazadas por encuentros online a través de diversas aplicaciones y dispositivos tecnológicos (WhatsApp, Zoom, Skype, entre otros).
El universo de arteterapeutas se ha visto dividido entre aquellos que se resisten a involucrarse en el mundo terapéutico que proveen las herramientas tecnológicas, argumentando que es imposible reemplazar un encuentro presencial; quienes sostienen que es auspicioso pensar incluso en combinar secuencias presenciales y virtuales a las que adicionan correos electrónicos y textos asincrónicos, y aquellos que creen que el arteterapia en línea aporta más beneficios que restricciones.
La telesalud o telemedicina que implica el uso de tecnologías de comunicación para dar atención médica a distancia se encuentra experimentando un crecimiento notable, incluso en el área de la salud mental. Sin embargo, diversos aspectos teóricos y prácticos relacionados con las terapias basadas en el arte en un formato en línea deben ser planteados y profundizados. Frente a una situación en la que debemos pensar la práctica mientras la realizamos, nos preguntamos si es posible esta reflexión “en tiempo real” o, como expresara William James, es un tiempo que nos damos solo para reorganizar nuestros prejuicios sobre las posibles modalidades de despliegue del arteterapia. Pero ¿cuáles son los ejes temáticos o dimensiones de este debate? Sin el ánimo de agotarlos, mencionaremos en primer lugar el relacionado con el concepto de espacio. Históricamente, y como expresa Bauman (1999), las comunidades e identidades locales nacieron de la oposición entre lo que estaba “cerca” y lo que se encontraba “lejos” en términos de distancia. El cerca-lejos (¿presencia-ausencia?) contenía otra dimensión porque lo que estaba cerca generaba certeza y confianza, y lo que estaba lejos producía incertidumbre. Los interrogantes que nos hacemos a partir de esta reflexión sociológica son qué tipo y cuáles son las características de un espacio arteterapéutico en línea, qué sucede con la distancia en un encuentro en el que están involucrados ambos términos de las ecuaciones cerca-lejos y presencia-ausencia de manera simultánea (cercanos pero lejanos, lejanos pero cercanos) y cuál es su repercusión en la experiencia relacional paciente/consultante y arteterapeuta.
Por otra parte, el setting arteterapéutico que implica el encuentro en un lugar acondicionado por el arteterapeuta para recibir a la persona es reemplazado por reuniones en línea en las que las personas permanecen en general en sus hogares. Y aun cuando hayan recibido de nuestra parte alguna indicación sobre las condiciones mínimas para que se pueda desarrollar la sesión, no salen de sus casas. La distancia física y simbólica del lugar de despliegue cotidiano de su existencia, que puede implicar una saludable toma de distancia, en este caso no se produce.
El segundo eje temático que queremos señalar se refiere a la visualización de la persona y del proceso. ¿Qué miramos en una sesión en línea? Divisamos la parte superior del cuerpo pero se encuentra restringido el contacto visual, como expresa el filósofo Byung-Chul Han. La sociología del cuerpo desarrollada muy particularmente por Le Bretton ya adelanta el compromiso del reconocimiento emocional que se produce al ver “rostros restringidos” por los barbijos. Si el cuerpo tenía un mensaje o varios para darnos en la práctica arteterapéutica presencial, nos preguntamos si es posible una sesión en la que se ve cercenada esa información por “cuerpos recortados” por la pantalla.
Para complejizar aún más la dinámica relacional del arteterapia en línea, aparecen las dificultades técnicas, como la falta de constancia de la señal, con las consiguientes interrupciones, desconexiones y reconexiones. Todo esto nos muestra la complejidad de las dimensiones involucradas en este nuevo setting arteterapéutico, que exigirá una praxis reflexiva, observadora, pausada y detenida.
En esta edición presentamos, junto a artículos sobre nuevos lenguajes, como la fotografía contemplativa y experiencias arteterapéuticas con diversas poblaciones y localizaciones, las profundas reflexiones de Eva Marxen. Esta reconocida antropóloga y arteterapeuta nos invita a repensar el lugar de los museos en las comunidades y en nuestra propia práctica arteterapéutica, el papel del arte contemporáneo y del arte crítico en términos de denunciar las subjetividades hegemónicas y la necesidad de repensar y descolonizar la investigación en arteterapia.
Los invitamos a disfrutar la lectura de estas páginas preparadas con dedicación y respeto por cada arteterapeuta que cotidianamente aporta creatividad, flexibilidad y rigurosidad en su práctica profesional. Esta edición es para ustedes.
Equipo Editorial