El proceso creativo arteterapéutico como “obra de arte”

Angie Quintana [*]

No se apaga el chip de la poesía. Se recibe o se descarta. Si se tiene, a esa, la palabra poesía, el ojo y la piel se maravillarán o sufrirán o llorarán ante los universos que perciben a diario. No se puede llegar a casa y quitarse el traje de la poesía para ser humano. Se es humano poeta, se es humano palabra, se es verso esperando a escribirse cuando algo de afuera o un espejo te clava la estaca y te quiebras dentro”.
No se deja de ser poeta
Lina Botero

Lina Botero

Trabaja lo íntimo, lo personal y lo autobiográfico generando diálogos poéticos en distintos formatos: diarios, poesía visual y escrita, video, instalación, fotografía y performance.

Esas creaciones desde la intimidad hablan de feminidad, de la relación de la mujer con su cuerpo, del espejo, de la mirada propia y ajena; del tiempo como instante y como herencia; de las conversaciones cotidianas, de la rutina de existir en un tiempo digital.

Presenta creaciones directas con narrativas experimentales de collages de palabras e imágenes fijas y en movimiento en las que reflexiona y cuestiona la relación de las imágenes con la identidad, con la autorrepresentación. Su trabajo se basa en la experiencia y el proceso como acto creativo por encima de un resultado final. La emoción es el hilo conductor de su obra.

Me atrevo a decir que percibo la obra de Lina como un proceso arteterapéutico en sí mismo, metafórica, sintiente y en pleno movimiento, guiado por una intuición poética que manifiesta sus diálogos internos, contenidos ahora en el hecho artístico devenido en creación de obras con toda la potencia de la palabra “arte”.

Su proceso creativo es una puesta fuera de su mundo interno y una prueba constante de que el arte puede ser un agente transformador muy potente en la vida de quienes se conectan con él.

Su proceso creativo es una puesta fuera de su mundo interno y una prueba constante de que el arte puede ser un agente transformador muy potente en la vida de quienes se conectan con él. Acercarse a su obra es resonar con una mirada auténtica y sentida.

Desde este sentir es que decido comunicarme con ella, quería escuchar desde su propia voz qué la inspira, cómo vivencia su proceso creativo, qué significa el arte en su vida. Para mi asombro, Lina conocía el arteterapia, y además había influido en su vida, en sus creaciones artísticas.

Ella se autodefine como “poetógrafa”: una palabra inventada, que nace del encuentro y la risa con una amiga, un juego que un día decide asumir:

“Cuando te catalogas dentro de distintas palabras, te das límites y permisos para ciertas cosas. Poetógrafa fue una palabra que me permitió liberarme, es lo que me permite ser lo que sea que pueda vincularse a esa palabra, es un trabajo de aceptación”.

Lina nació en la ciudad de Cali, Colombia, en 1990. Se graduó en Comunicación Audiovisual en la Pontificia Universidad Javeriana (Cali, Colombia). Tiene una Maestría en Fotografía Contemporánea y Proyectos Personales en EFTI (Centro Internacional de Fotografía y Cine) en Madrid, España. Estudió teatro de niña, de adolescente quiso ser escritora y actualmente el gesto performático es un modo de creación que siempre está llamando su atención, en este juego de estar delante y detrás de la escena.

Afirma que escribir sus diarios de registro es lo más importante de todo su trabajo. Gran parte de su obra se construye a partir de la acción de acumular repeticiones, coleccionar.

Todos los días “contempla”, desde el silencio de sus días o desde el ruido de sus noches. La contemplación es para ella un ejercicio creativo que despliega espontáneamente. Su trabajo se articula en el proceso de ir a conectar con lo personal, lo íntimo, con mirar hacia adentro y transformar eso que siente en algo concreto.

La contemplación es para ella un ejercicio creativo que despliega espontáneamente. Su trabajo se articula en el proceso de ir a conectar con lo personal, lo íntimo, con mirar hacia adentro y transformar eso que siente en algo concreto.

Este modo de crear comienza un día en el que decide empezar a trabajar sobre una situación particular que estaba transitando: diagnóstico de alopecia (caída del pelo). Necesitaba liberar ese tema, sentía que tenía que trabajar sobre su autoestima, sobre sí misma.

Así nace Pérdidas violentas que no hacen ruido:

Un proyecto multidisciplinar (fotográfico, audiovisual e instalativo) sobre la carga emocional y simbólica entregada al cabello como un elemento que abandona el cuerpo. Es un diálogo interno con la experiencia física de perder una extensión sin vida cargada de representaciones e identidades en torno a la construcción de los ideales de feminidad y estereotipos de belleza.

La obsesión se convierte en imagen, haciendo un permanente cuestionamiento sobre el valor que recae sobre la apariencia, convirtiéndose en su propio objeto de comparación con las imágenes idealizadas del mundo. Por esta búsqueda de lo que no es, colecciona todas las versiones posibles de lo anhelado, a la vez que construye un diario como tumba de restos, descontextualizando el cabello y convirtiéndolo en figuras abstractas sobre el papel, como acto simbólico y reivindicativo acerca de la pérdida.

Este proyecto nace en dos días y se desarrolla durante un año y medio.

La casa: álbum de antipoemas

Esta obra se gesta a partir de la contemplación, de una acción, un impulso, de la decisión de ir a retratar una casa desconocida que siempre veía y por alguna extraña intuición se sentía atraída por ella.

“Cada habitación de esa casa es como un estado emocional, desde mis relaciones con los hombres. Veo ahí a mi papá, a un personaje que me dijo que yo lloraba demasiado, a las relaciones tóxicas, las relaciones que nunca ocurrieron… y decido hacerlas metáforas”.

Retrata desde lo más simbólico y poético esos espacios internos que “laten”: diez espacios distintos y diez sensaciones distintas, vinculados al abandono de sí misma.

¿Qué dice de mí lo que me rodea? ¿Qué clase de imágenes representan mi mundo interno?

Invisible: ¿Dónde está el amor?

Salí a la calle, fui a hacer un cartel y pinté ahí mismo; el cartel decía: ‘Se busca el amor: ¿Por dónde entra cuando llega? ¿Dónde se hospeda cuando está? ¿Por dónde sale cuando se va?”.

Estas son las partes físicas de aquel fantasma, y mientras tanto, nos inventamos historias para aprender a flotar.

Durante esta performance les pide a transeúntes desconocidos retratarlos tres veces señalando en su cuerpo cuáles eran esos tres lugares.

¿Qué registros de memoria sensorial guarda mi cuerpo? ¿En qué parte, recoveco, pliegue o arruga los encuentro?

De(s)preciar el llanto

Este trabajo parte de una frase que alguien le dijo después de un día de llanto: “Lloras tanto que tus lágrimas perdieron su valor.

Esta obra cuestiona la represión de las emociones por los comportamientos exigidos en la sociedad, la naturalización de la sonrisa y la censura del sentimiento exacerbado. Habla de la devaluación, el gasto, el desprecio por el exceso de llanto y la expresión fisiológica del sentir, representado con el mismo símbolo que habla de lo que en el mundo de hoy tiene o no tiene un valor: el dinero.

Lina afirma que el arte nos sirve para encontrarnos y para darnos cuenta de que no estamos nunca solos, para conectar con lo que sentimos y entender que las emociones no nos pertenecen a nosotros, sino que son completamente colectivas.

La acción performática consiste en sentarse en la calle frente a una mesa con un frasco de vidrio para recibir propinas a cambio de una venta de tarjetas, en las cuales presenta por escrito las distintas razones por las que ha llorado en el tiempo. Razones absurdas, concretas, aleatorias, poéticas, que había guardado día tras día en su cuaderno de notas.

En este acto sencillo, pretende entregar las razones del llanto depreciado por el valor que el transeúnte quiera otorgarle a cada una de ellas.

Su relación con el arteterapia

En la escuela EFTI (Centro Internacional de Fotografía y Cine) Lina conoce a Beatriz Martínez, quien resulta ser su profesora y coordinadora en el Master Internacional de Fotografía Contemporánea y Gestión de Proyectos, y quien desde una mirada arteterapéutica acompaña su proceso creativo.

Bea, como ella la llama, empieza a hacerle una serie de preguntas y es allí donde ingresa el arteterapia en su creación artística. Comienza a entender la cantidad de prejuicios que tenía con respecto a sí misma y a su trabajo. Preguntas como: ¿quieres llamarte fotógrafa o eres artista?, ¿quieres entrar dentro de una categoría o simplemente quieres vincular todo lo que sea que sean tus impulsos para crear?

Estas preguntas cambian su “vida artística”. Así, comienza a vincular los diversos lenguajes artísticos que le atraen. Le permiten entender que no necesita estar encasillada en un solo lugar.

Bea trabaja sobre su proceso creativo, lo escucha, se aleja cuando es necesario, le ayuda a encaminarlo, a aceptarse como la artista que es y no como la artista que tendría que ser o que creía que debía ser para narrar ese proceso. Logra entender que ella podría transformar cada emoción y cada alegría en un proceso material.

Poner afuera el mundo interno no fue de golpe. La primera faceta fue entender cómo leemos cada uno las imágenes que creamos. Como leyéndome las cartas, a modo de bruja, Bea vio mis imágenes y pudo entender quién era yo, y yo también me encontré allí”.

Lina comprende que su conexión con el arte se da desde el sentir y que eso también es lo que conecta a la gente con su trabajo. Ilustrar las emociones le sirve para dialogar con las personas, que se sientan parte de su proceso artístico, y además se conecten con su propio proceso emocional, como un ida y vuelta constante de creación conjunta.

“Entendí que mis procesos y mi obra jamás van a estar solos, yo necesito de las demás personas para que se complete y siga creciendo mi trabajo. El estar acompañada desde el arteterapia me sirvió para poder realmente materializar lo que venía cultivando. El arteterapia me sirvió para interpretar quiénes somos a través de nuestras propias miradas”.

El arte en su vida

Lina afirma que el arte nos sirve para encontrarnos y para darnos cuenta de que no estamos nunca solos, para conectar con lo que sentimos y entender que las emociones no nos pertenecen a nosotros, sino que son completamente colectivas.

“El arte es el pensar, el reaccionar, accionar, es el mediador de todo lo que ocurre en mi vida, todo tiene que pasar por ese filtro, cómo me expreso, qué te cuento, qué leo para entender lo que estoy sintiendo, siempre es desde el arte. Yo respiro arte, lo necesito. El arte me ha salvado la vida”.

También siente que el arte puede ser una palabra muy grande, snob o elocuente. Le gusta también hablar desde la palabra “creación”, desde lo creativo:

“Conecto mucho con una frase que decía Agnes Varda: hay tres palabras que rigen mi obra y así defino también yo mi propia obra ‘inspiración, creación y el compartir’. Eso para mí es el arte, las palabras de Agnes y ya”.

Para ver la obra de Lina Botero:


[*] Licenciada en Psicología (Universidad Católica de La Plata, Unidad Académica Rosario, Argentina). Arteterapeuta (CentrArT, Centro de Arteterapia, sede Rosario, Argentina, y Metáfora, Centre d’Estudis d’Art i Artterápia, Barcelona, España). Psicóloga arteterapeuta, coordinadora de grupos en centros de día para diferentes problemáticas de salud mental (Red Psicoterapéutica, Rosario, Argentina). Cocreadora de “Laboratorio de Arteterapia”, Espacio de Experimentación Creativa, destinado a impartir Seminarios de formación, Talleres vivenciales y Clínica arteterapéutica individual. Facilitadora de talleres virtuales orientados a explorar procesos creativos de diversos artistas en “Container”, Espacio de Creación Arteterapéutica (Argentina/España). Proyecto artístico participativo “Registros de Memoria Sensorial” (Argentina/España). Fotógrafa experimental autodidacta.

Cómo citar este artículo:

Quintana, A. (2021). “El proceso creativo arteterapéutico como ‘obra de arte’”, Arteterapia. Proceso Creativo y Transformación, N° 9, pp. 53-56.