Entrevista a Guillermo Molina Rus

“La DMT nos habilita a pensar y a trabajar desde una forma de concebir a las personas como una unidad, como un enlace indivisible, desde un binomio inseparable, cuerpo-mente, instancias que se espejan una en la otra”.

 

Te agradecemos este tiempo que queremos iniciar reflexionando sobre tu formación. ¿Cuáles fueron las motivaciones que influyeron en tu decisión de estudiar la carrera de psicología?

Gracias a ustedes por esta hermosa invitación a participar en esta prestigiosa revista. Cuando terminé la secundaria (soy maestro mayor de obras, técnico industrial con orientación en construcciones), en teoría no tenía muchas opciones. Mis compañeros, si proseguían sus estudios en la universidad, optaban por arquitectura o ingeniería civil, así que, cual oveja de un rebaño, sin preguntarme mucho a fondo nada, comencé a estudiar arquitectura con seis compañeros y amigos de la secundaria. A la mitad de cuarto año, en una fuerte crisis vocacional, me di cuenta claramente que esa carrera y profesión no eran para mí. Literalmente, “pateé el tablero”. Estaba seguro de que nunca más estudiaría algo que no me invocara pasión. Pero quería estudiar, obtener conocimientos que me permitieran formarme en un oficio.

Fue barajar y dar de nuevo. Me tomé unos meses de silencio, de escucha interior hacia mis deseos, y comenzó a bosquejarse en mí un interés especial por la psicología, una actividad que prioriza el cuidado del otro. Formarme como un trabajador del campo de la salud mental fue mi propósito. Con mucho esfuerzo lo logré, me motivó el saber que iba a ejercer una profesión que hace de la conversación un elogio, donde la empatía del psicólogo es clave para que se pueda sostener el vínculo terapéutico.

La palabra devela pero también oculta, y el movimiento puede expresar sensaciones, emociones, allí donde el lenguaje verbal presenta límites.

Jacques Lacan postula que el inconsciente está estructurado como el lenguaje y que el sujeto emerge del lenguaje, que es efecto del lenguaje, que está hecho de palabras. Fueron todas estas ideas y conceptos los que me abrieron la cabeza y me invitaron a investigarlos y también a vivenciarlos en la experiencia de la clínica con los pacientes.

¿Cuándo y cómo fue tu encuentro con la danza y el movimiento corporal?

Me formé en psicoanálisis porque la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires era el reinado de los aportes freudianos, posfreudianos, lacanianos, fundamentales por cierto, pero insuficientes para mis necesidades de concebir una terapia desde otro lugar.

La danza y el movimiento siempre estuvieron presentes en mi historia, no desde la participación o aprendizaje en clases formales o académicas, sino en el interior de mi casa, a solas. Siendo niño y luego adolescente, escuchaba músicas de esas que usamos los danza movimiento terapeutas (los DMTS), aquellas que generan climas y atmósferas especiales, músicas incidentales, étnicas, clásicas, del mundo (world music), música de bandas sonoras de películas, y bailaba, bailaba, bailaba… podía estar horas bailando, pero en esos tiempos no era todavía una actividad compartida.

Amaba danzar, pero en forma consciente no podía pensarlo como un camino, como una posibilidad de trabajo e investigación. Prejuicios sociales que uno, sin querer queriendo, reproduce y se hacen carne en los sujetos, concretamente en mi persona también:

-¿De qué vas a vivir?

-¡No es una carrera universitaria! (no lo era en todos esos años, los 80 y los 90).

-¡Hay que portar condiciones físicas excepcionales para la danza!

-¿Me van a discriminar? (recomiendo la película Billy Elliot, que da cuenta de cómo un niño va superando parte de estos prejuicios y se abre paso en el mundo del ballet clásico, donde la gran mayoría de les bailarines son mujeres).

Al estar luego varios años estudiando en la universidad y después comenzar a ejercer como psicólogo, la danza se durmió en mí. Pero quedó en estado de latencia. Y en mi práctica como psicólogo, fui amando esa profesión, pero también sintiendo que algo estaba por pasar.

¿Cuáles fueron las motivaciones para realizar una formación de posgrado en danza movimiento terapia (DMT) en la Argentina?

Faltaba algo en la terapia, faltaba el cuerpo de los pacientes, el cuerpo y sus movimientos. No alcanzaba con sus decires, sus palabras. No alcanzaban sus comunicaciones verbales. La palabra devela pero también oculta, y el movimiento puede expresar sensaciones, emociones, allí donde el lenguaje verbal presenta límites.

La DMT podía ser una vía regia para entender e incluir, en un abordaje psicoterapéutico novedoso, aquello que el modernismo, desde Descartes, separó, disociando el cuerpo de la mente.

La DMT nos habilita a pensar y a trabajar desde una forma de concebir a las personas como una unidad, como un enlace indivisible, desde un binomio inseparable, cuerpo-mente, instancias que se espejan una en la otra, lo que pasa en una, pasa en la otra y viceversa, de acuerdo con Reca (2005).

Esta autora toma la posición de Sartre (1954): “No hay fenómenos psíquicos que hayan de unirse a un cuerpo; no hay nada detrás del cuerpo, sino que el cuerpo es íntegramente psíquico”.

Y encontré una formación de posgrado en DMT en la Universidad CAECE (con el plus de estar dirigida por Maralia Reca, pionera de la DMT en Argentina, quien se doctoró en psicología con una tesis basada en su trabajo como DMT con pacientes sobrevivientes de tortura durante la dictadura argentina de los años 70), que captó mi atención e interés.

Mary Wingman e Isadora Duncan son dos bailarinas que iniciaron la ruptura con la formalidad de la danza y persiguieron la libertad del gesto corporal. ¿Considerás que son precursoras de la DMT? Y si es así, ¿en qué sentido?

Sí, claro, la danza moderna con Isadora Duncan (bailarina norteamericana, nacida en San Francisco) en los primeros años del siglo XX, en Londres, y la danza expresionista de la mano de Mary Wigman, en Alemania, propiciaron concepciones de la danza diferentes a la dominante. Surgieron como respuesta y oposición a la danza clásica, danza virtuosa que requiere de un estudio y ejercitación intensivos en técnicas de ballets.

He trabajado varios años con adultos mayores en hogares geriátricos, con los pacientes más graves, pacientes con Alzheimer, Parkinson y demencia senil. La DMT es la única actividad con la que muchos de ellos pueden conectar.

La danza de Isadora Duncan era básicamente libre, partía de la improvisación. En sus presentaciones, no planteaba una coreografía estudiada o programada, y nunca estas representaciones eran iguales una a la otra, siempre diferían, siempre eran cambiantes. Duncan, quien se había radicado en el viejo continente, proponía algo nunca antes visto en los escenarios de Europa. Este nuevo paradigma y forma de concebir la danza, que generó una revolución en las artes, alcanzó notable éxito y llegó pues para quedarse.

Wigman en Alemania, a principios de siglo y poco antes de la Primera Guerra Mundial, es pionera del expresionismo en la danza. Este es un movimiento (el expresionismo alemán) que tiene impacto en artes como la pintura, la escritura, el teatro y el cine. Ella da también preponderancia a la improvisación, a un dejarse llevar, a un dejarse inspirar por los estados subjetivos. Para ella la danza no debe interpretar la música, su danza no pretende contar historias, muchas veces estaba desprovista de música, en sus presentaciones a veces apenas cuenta con un apoyo en alguna percusión.

Los aportes de ambas notables bailarinas preparan un clima en las artes del movimiento que dará lugar al surgimiento del trabajo de las pioneras de la DMT.

¿Por qué creés que la DMT se desarrolló especialmente en Estados Unidos con los aportes de bailarinas como Marian Chace y Mary Starks Whitehouse?

En Estados Unidos surge la DMT en la década del 40, años en los que la danza moderna tiene importante auge. Marian Chace, bailarina formada en este nuevo paradigma de la danza, es invitada a trabajar en un hospital federal psiquiátrico de Washington DC, el St. Elizabeth. Algunos de sus pacientes tenían psicosis, otros eran soldados sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial, regresados de Europa con estrés postraumático, entre otras afecciones mentales. El aporte de Chace es el primer antecedente donde elementos específicos de la danza tienen una función terapéutica.

¿Que tenían en común ambas poblaciones de pacientes con las que comenzó a trabajar Chace? Dificultades para comunicarse. Por eso, su propuesta al principio es llamada “Danza de la Comunicación”, ya que posibilita a estos pacientes/movientes satisfacer una necesidad humana básica, comunicarse. Poder expresar desde el cuerpo en movimiento aquello que no podía decirse en palabras, expresar sus emociones.

La DMT promueve la prevención en salud y facilita el registro de las capacidades, recursos y la caja propia de herramientas con los que cuentan las personas, generando confianza en sí mismas y mejoras en su calidad de vida.

Mary Whitehouse, también bailarina, quien había estudiado danza expresionista con Mary Wigman en Alemania y psicología analítica en el Instituto Jung de Zurich, inicia su actividad en la costa oeste, casi en simultáneo con Chace. Whitehouse trabaja con neuróticos “normales”. Desarrolla gradualmente esta aproximación dentro de DMT, como expresa Fleischer, “apoyándose en el reconocimiento de la función imaginativa y simbólica de la psique. Se posibilita así la apertura y expresión creativa de contenidos del inconsciente a través del movimiento”.

No es que los pacientes/movientes van a moverse, si no que van a ser movidos, justamente desde este diálogo que surge en el interior de la persona. “El movimiento, para ser experimentado, tiene que ser encontrado en el cuerpo. No puede ser puesto desde afuera como un vestido o un saco”, decía Whitehouse en 1963. No estaba enseñando danza. Su foco se ubica en el proceso, no en el resultado.

Ambas, Chace y Whitehouse, las pioneras en Estados Unidos y en el mundo, fueron la punta de lanza de estas primeras experiencias que van a ser parte de este cambio de paradigma en el abordaje terapéutico de las personas, abrevando en la danza moderna y también en la danza expresionista, y desde ese contexto de crisis mundial, la Segunda Guerra Mundial.

En 1966 se crea la primera organización de Danza Movimiento Terapia en Estados Unidos, que la define como el uso terapéutico de movimiento como proceso para ayudar a un individuo a encontrar su propia unidad psico-corporal. ¿Creés que el aporte de DMT está bien definido en estos términos o deberían ser ampliados?

La DMT es una especialidad interdisciplinaria (Reca, 2011), que a través del uso psicoterapéutico del movimiento, dentro de un proceso, promueve la integración cognitiva, física, emocional, social y también espiritual de las personas. Esta es la definición que nos aporta la asociación norteamericana, la ADTA (American Dance Therapy Association).

En lo personal, y según mi experiencia clínica, esta integración es un ideal, nunca la logramos ni en forma total ni en forma permanente. De todas maneras, cuando danzamos, cuando nos adentramos en un proceso psicoterapéutico a través del cuerpo en movimiento, en danza espontánea e improvisada, puede darse una experiencia cercana a un sentimiento intenso y profundo de completud y plenitud, que tan solo desde el arte podemos alcanzar.

Nuestra disciplina está conformada por un cuerpo teórico-metodológico-práctico-vivencial que abreva en las artes del movimiento, en aportes de la psicología, de la medicina, de las neurociencias, del psicoanálisis, de los sistemas de observación y análisis del movimiento como los de Rudolf Laban, Bartenieff y Kestenberg. Todos estos innumerables y sólidos aportes son la base de los conocimientos desde los que la DMT se viene construyendo y, a su vez, están en permanente diálogo, retroalimentación e interacción con nuestra práctica clínica.

¿Quiénes son los exponentes de DMT cuyos principios seguís para tu trabajo?

Indudablemente, Maralia Reca, pionera en Argentina y Latinoamérica, porque es la primera DMT que se forma en Estados Unidos y da a conocer nuestra disciplina en Argentina en los años 70. Es además la directora del exposgrado en DMT de la Universidad CAECE, donde me formé, y es también mi supervisora desde que me recibí como DMT.

Otra gran DMT, la Doctora Diana Fischman, marcó también mi camino. Ella es la fundadora y directora de la primera formación sistemática de DMT en el mundo hispano. En 1996 crea BRECHA, un centro privado de práctica y formación en DMT. Fui su paciente/moviente en procesos psicoterapéuticos grupales en DMT durante varios años.

Ambas han influido en la construcción de mi perfil profesional como DMT. Les estoy muy agradecido por sus aportes y porque me han contagiado su pasión y amor por la DMT.

No quiero dejar de mencionar a la gran María Fux, de 98 juveniles años. María es una inmensa, ineludible y fundamental referente de la danza en Argentina, pionera y creadora, a partir de fines de la década del 50, de un método propio en Danzaterapia que es reconocido y valorado en toda Latinoamérica y en Europa. Ha sido una Quijote contra los molinos de viento, porque luchó por causas imposibles para la época, ya que en sus espacios de danza fueron por primera vez incluidas e integradas personas con sordera, con ceguera, con discapacidades diversas. Una adelantada.

Has trabajado utilizando DMT con diversas poblaciones y en distintas instituciones. ¿Cuáles son los beneficios que detectaste en esos grupos poblacionales?

He trabajado varios años con adultos mayores en hogares geriátricos, con los pacientes más graves, pacientes con Alzheimer, Parkinson y demencia senil. La DMT es la única actividad con la que muchos de ellos pueden conectar. Es poder contribuir entonces a que puedan desplegar movimientos, quizás mínimos, tan solo posibles, que implican lazo con la vida. Si hay movimiento, hay vida. Hay respiración. Respirar, inhalar aumentando la caja torácica y luego exhalar y disminuir ese volumen. Eso es danza. Cómo acompañarla, cómo resonar con los movientes, con esos movimientos, cómo sostener, cómo propiciar que eso pueda devenir en otros movimientos. Esta es parte de la bella tarea de un DMT con esta población.

En pacientes con neurosis, no graves, a través de un proceso en DMT que se despliega en un tiempo y espacio determinados, en consulta privada o en centros de día, he comprobado que todos los pacientes/movientes amplían y enriquecen su espectro, abanico, repertorio de movimientos, lo que genera un importante bienestar en sus vidas.

La DMT promueve la prevención en salud y facilita el registro de las capacidades, recursos y la caja propia de herramientas con los que cuentan las personas, generando confianza en sí mismas y mejoras en su calidad de vida.

Sos docente en diversas formaciones de arteterapia y DMT. ¿Cuáles te parecen que son conocimientos indispensables sobre la danza y el movimiento corporal que debería tener un arteterapeuta?

Entiendo que es importante que un arteterapeuta pueda lograr una conexión y registro profundo de su cuerpo. Eso es lo que me guía en las clases que brindo en estas formaciones. Reconocerse lo menos disociado, escindido posible, lo más integrado que pueda. Esto no se logra de un día para otro, es parte de un proceso de aprendizaje que transitan los alumnos en estas clases y talleres experienciales. Experiencias que contribuyen a que los participantes puedan realizar también un proceso psicoterapéutico por añadidura.

Trabajo como docente desde propuestas que puedan llevar a cada quien a experimentar un proceso de autoconocimiento. No hay tema teórico que no tenga su apoyatura en la vivencia corporal y de movimiento. Y a la inversa. La enseñanza y el aprendizaje no existen sin el estrecho vínculo y diálogo entre la teoría y la práctica, no son el uno sin el otro.

La vida es danza y si hay movimiento hay vida. Ambas son ideas centrales que guían mi trabajo, por lo que es una ilusión personal que los alumnos puedan experienciar parte de estos conceptos, cada quien a su manera.

¿Recomendarías que un arteterapeuta estudie DMT? ¿Por qué?

Sí, claro. En la primera de las clases que doy en arteterapia, siempre pregunto a los alumnos a qué arte son más afines; pocos se inclinan por la danza. Y cuando terminan de cursar la materia DMT, en la mayoría de los casos, se sienten más próximos, más familiarizados, tienen más incorporada la danza y el movimiento no solo a su formación en arteterapia, sino a sus vidas.

El cuerpo del arteterapeuta es su primer instrumento. Son uno, son lo mismo. Por ello es importante que puedan sentirse presentes, fluidos, teniendo registro de cómo se habitan.

Fuiste vicepresidente de la Asociación Argentina de Danzaterapia. ¿Cómo fue el proceso de constitución de esa institución y la acreditación de saberes de un profesional formado en danzaterapia?

Desde 2012 hasta 2015 fui vicepresidente y soy vocal titular en estos momentos de la actual Comisión Directiva de la AADT (Asociación Argentina de Danzaterapia), por lo que me siento muy honrado de volver a representar, junto a un equipo de laboriosos y sensibles DMTS, al colectivo de trabajadores de la DMT.

Esta Asociación se funda en el año 2000 y surge ante la necesidad de juntarnos los danza movimiento terapeutas y danza terapeutas para dar sustento a nuestra profesión. Desde este organismo nos proponemos fomentar, difundir, promover nuestra disciplina, propiciar encuentros que faciliten la actualización y formación continua y la supervisión de nuestra tarea. También, a través de un Consejo de Registro de danza movimiento terapeutas, concedemos estándares profesionales en tres instancias que respaldan la acreditación de saberes y competencias. Establecemos así las incumbencias de cada nivel de registro; ellos son: DMT, DMT R y DMT RA.[1] Este último es el tercer nivel, el registro avanzado, que es el habilitado para supervisar a otros colegas.

Organizamos también desde la Asociación todos los años un congreso internacional que es el evento más convocante. Y más allá de todos los aspectos de relevancia académica que nos proponemos dispensar desde las diferentes ponencias y talleres teórico-práctico-vivenciales, siempre es una fiesta y una celebración asistir y encontrarnos con toda la comunidad en cada congreso.

Sos miembro del grupo de investigación y experimentación en Danza Butôh bajo la coordinación de Magy Ganiko, discípulo de Kazuo Ohno, performer japonés. ¿Cómo es el trabajo en ese grupo? ¿Cuál es la búsqueda?

Es alucinante el trabajo de exploración y entrenamiento que nos propone Magy. Él es un personaje muy particular, bailarín, artista integral, performer, con una mezcla de recorridos e historias muy interesantes. Nació en el barrio de La Boca, es hijo de tintoreros japoneses inmigrantes de la isla de Okinawa. Siendo joven partió a Japón tras los pasos de Kazuo Ohno, quien junto a Tatsumi Hijikata fue uno de los padres y figura mítica y fundamental del Butôh, para formarse con él. Asistió a sus clases durante los siete años que duró su estadía en la nación nipona. Luego se radicó algunos años en Francia, desarrollando parte de su carrera en ese país.

Básicamente entiendo y practico a la danza Butôh como el lado B de la danza. La traducción al castellano sería algo así como “la danza de las tinieblas”. Hay en estas búsquedas hallazgos que tienen que ver con que aparezcan, desde los movimientos de las personas que participamos en ese espacio, un elogio de lo monstruoso, de la fealdad, de temas que son parte de la vida pero tantas veces negados, como la muerte, la locura, las enfermedades. Bueno, allí nos metemos con ellas, desde la invitación de Magy, desde el arte del movimiento, en un encuadre de respeto y cuidado. Y así nos habilitamos a bucear desde la danza, desde esas preguntas e incertidumbres que siempre hemos tenido por nuestra condición humana.

Danzar las sombras, el lado B de la danza y de la vida… cuando se pueden expresar, cuando se puedan hacer cuerpo y movimiento, cuando podemos llevarlas a la luz y establecer estos diálogos entre las sombras y las luces, todo ello tiene una potencia y una belleza inusitadas.

Esto va a pasar, es una tragedia, como otras en la historia de la humanidad. Me preocupa que no podamos aprehender de una crisis global de semejante envergadura, que no podamos madurar, evolucionar, ser mejores, una vez finalizada.

Magy toma de Kazuo Ohno la siguiente coordenada: “Dejate mover por eso que no sabés…”, lo piensa y siente con un punto de partida que se puede experimentar como un sostener el vacío, y a partir de allí, dejar que algo advenga…

Percibo muchos puntos de contacto entre la DMT y el Butôh, por eso mi enganche con la propuesta de Magy en forma ininterrumpida desde el año 2009. Creo que es importante que los DMTS podamos ejercer la profesión supervisando nuestro trabajo, realizando formación continua más análisis personal, y también es fundamental la práctica de una danza; la mía es el Butôh.

En el Congreso de la American Dance Therapy Association (ADTA), que se realizó en Nueva York en el año 2010, hiciste una exposición teórico vivencial sobre el pogo en la Argentina. ¿Cómo fue el descubrimiento del pogo y cuáles son sus potencialidades como expresión corporal?

Han pasado más de nueve años, pero marca un antes y después en mi carrera. Ese año, al Panel Internacional del Congreso Anual de la ADTA (la asociación estadounidense de DMT), fueron invitados por primera vez todos hombres. El tema propuesto fue: “El Hombre en la DMT”. Éramos once DMTS varones de todo el mundo.

Mi ponencia se centró en el baile del pogo, ese que vemos en tantos recitales, en especial de rock. Es una danza que consiste en saltar y chocarse, en grupos, unos contra otros. Si bien son empujones, es un acto de celebración. A pesar de su aspecto violento (lo que no quiere decir que no pueda derivar el pogo en un precipitado irracional de agresiones, sobre todo en contextos de culturas donde la tramitación de conflictos pueda ser la violencia), este baile que comienza probando, confrontando y midiendo fuerzas, puede generar gestos colectivos de camaradería, confianza mutua, unión y refuerzo de los lazos fraternales.

Se comparten en el pogo, con gran alegría, la descarga de pulsiones de agresividad, tensiones emocionales a través del movimiento. Nos conecta en forma directa con las raíces de las danzas ancestrales. En estas poblaciones originarias, las danzas de las tribus primitivas eran el corazón de su cultura, la parte esencial de esas comunidades.

De acuerdo con Levy, “Los rituales de la danza acompañaban los mayores y más importantes cambios en la vida… y pertenecen a la forma más vieja de medicina y psicoterapia, en la cual la exaltación y la liberación de las tensiones eran capaces de cambiar (tramitar) el sufrimiento físico y mental a una nueva opción de salud. En el amanecer de la civilización, la danza, la religión, la música y la medicina eran inseparables” (Levy, 1988).

¿Cuáles considerás que son las oportunidades y limitaciones que tiene la DMT en la Argentina?

La DMT en Argentina y en el mundo está recién en sus albores, en sus inicios. Somos una profesión que cuenta con 80 años de historia, pero seguimos en pañales; el común de la gente, el ciudadano promedio, no sabe de nuestro trabajo. Creo que todos los que ejercemos terapias creativas como el arteterapia y la DMT somos todavía pioneros y eso tiene dos posibles lecturas.

La primera podríamos hacerla desde lo que nos falta. Desde la limitación de que no somos, por el momento, profesiones reconocidas como la musicoterapia (desde hace unos dos años ella lo es) o la psicología en Argentina (desde hace más de 40 años). Ambas tienen para ello una ley de ejercicio profesional, aprobada en el Congreso de la Nación y un colegio de profesionales (como los que tenemos los psicólogos, que regulan nuestra actividad desde una matrícula nacional y/o provincial que nos identifica y habilita desde una profesión). Un paso hacia un reconocimiento en este sentido será la creación en un futuro, ojalá que no tan lejano, de una carrera de grado y licenciatura en DMT.

La otra lectura podría darse desde lo que sí tenemos, la posibilidad sin límites que nos está brindando este cambio de paradigma, acelerado ahora por la crisis mundial desatada por la pandemia del COVID-19. Nos encontramos ante otro mundo, es por ello que estamos obligados a revisar, a reconstruir la manera de vincularnos.

La DMT surge durante la Segunda Guerra Mundial y ahora, de cara a este panorama, catastrófico por cierto, me pregunto si podremos refundar, reparir una nueva etapa, un nuevo porvenir. Creo que la DMT puede aportar –y mucho– en esta nueva era.

Estamos atravesando la pandemia provocada por el COVID-19 y muchos países, el aislamiento de sus habitantes. ¿Qué preguntas te hacés al respecto?

¡Tantas! Esto va a pasar, es una tragedia, como otras en la historia de la humanidad. Muchos moriremos, muchos sobreviviremos. Me preocupa que no podamos aprehender de una crisis global de semejante envergadura, que no podamos madurar, evolucionar, ser mejores, una vez finalizada.

El antropólogo David Le Bretón nos enseña que la condición humana es una condición corporal. ¿Cómo retornaremos a nuestros cuerpos en movimiento luego de esta confinación masiva de ellos? También recuerdo una valiosa contribución del filósofo brasilero Leonardo Boff, quien señala que antes que seres de libertad y creación, los humanos somos seres de cuidado. Es central en sus postulados la ética del cuidado, somos hijos de los cuidados de una madre (o de un/a cuidador/a). Y somos también hijos de la madre naturaleza, del planeta Tierra, a quien venimos depredando sin control debido al hiperconsumo y contaminación desmedidos. Él nos recordaba por 2002 que una sociedad que se organiza sin una ética respetuosa de la naturaleza seguirá en el camino de la autodestrucción. La justicia social, por ende, no lo será sin la ecológica.

Es otro mundo, pero ¿a la vez es el mismo? Se habla de la mutación del virus. ¿Habrá mutación de los vínculos sociales? ¿Mutación en la forma de relacionarnos? ¿En la forma de enseñar, de aprender? ¿De brindar terapias? ¿Ya no seremos los mismos? En la mutación no hay vuelta atrás. ¿Habrá riesgo de caer en un tecno-totalitarismo, concepto que desarrollan los filósofos italianos Giorgio Agamben y Franco “Bifo” Berardi, quienes revisitan el panóptico de Michael Foucault en una versión ahora potenciada por el asedio digital (Berardi, 2020)? Tengo pocas certezas y muchos interrogantes ante esta coyuntura planetaria. Mariana Wikinski, psicoanalista argentina, nos ha transmitido que la incertidumbre, en tiempos de pandemia, es un Encuadre, por lo cual aceptarla, reafirmarla, es una manera de ordenar nuestro pensamiento… lo que no es poco (Wikinski, 2020). Y una de esas pocas certezas es el amor por lo que hacemos como DMTS, DTS, arteterapeutas… y eso realmente es mucho.

Nuevamente, gracias a la revista por esta invitación a pensar juntos.

Paula Gimbatti

 

Bibliografía sugerida por el entrevistado

Berardi, F. (2020). Conferencia del Colegio de Psicoanalistas, CABA: “El virus como metáfora y como agente social”, 17/04/2020, http://coldepsicoanalistas.com.ar/conferencia-de-bifo-berardi-en-you-tube/

Boff, L. (2002). El Cuidado esencial: Ética de lo humano, compasión por la tierra. Madrid: Trotta.

Fleischer, K. (2005). Danza Movimiento Terapia, una profesión en desarrollo. Ponencia del Primer Congreso de Artes del Movimiento, UNA, Universidad Nacional de las Artes.

Lacan, J. (1994). El Seminario XI, clase 2. Buenos Aires: Paidós.

Le Bretón, D. (2017). El cuerpo herido. Identidades estalladas contemporáneas. Buenos Aires: Topía.

Levy, F. (1988). Danza Movimiento Terapia: un arte de sanación. Reston: AAHPER.

Reca, M. (2005). Qué es la Danza /movimiento terapia: el cuerpo en danza. Buenos Aires: Lumen.

— (2011). Tortura y Trauma. Danza/Movimiento Terapia en la reconstrucción del mundo de sobrevivientes de tortura por causas políticas. Buenos Aires: Biblos.

Wikinsky, M. (2020). Conferencia de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, CABA: “Vida cotidiana y pandemia. Reflexiones psicoanalíticas”, 22/04/2020, https://www.youtube.com/watch?v=sPCr0ZJ7dOA, https://aeapg.org.ar/vidacotidianaypandemia/

 

 

[1] Se establecen tres instancias que respaldan la acreditación del profesional, a saber: 1) Danza/movimiento terapeuta (DMT). Primer registro. Se requiere ser graduado de uno de los programas reconocidos por la Asociación y acreditar trabajo personal en DMT en proceso grupal o individual, entre otros requisitos. 2) Registro de danza/movimiento terapeuta (DMT-R). Segundo registro o registro intermedio, que habilita a la práctica clínica. A las condiciones requeridas en el anterior registro se agrega en este acreditar una carrera de grado en una universidad afín y compatible con la DMT, entre otros requisitos. 3) Registro Avanzado de danza/movimiento terapeuta (DMT-RA). Tercer registro, que habilita a la práctica clínica, enseñanza y supervisión de danza/movimiento terapeutas. A las condiciones requeridas en los dos anteriores registros se agrega en este acreditar ser un DMT Registrado, con más de cuatro años de práctica clínica en instituciones, haber efectuado supervisión, 35 horas, y presentación de un estudio de caso, entre otros requisitos. Fuente: Estándares profesionales y Código de Ética de la Asociación Argentina de Danzaterapia.

Cómo citar este artículo:

Entrevista a Guillermo Molina Rus (2020). Arteterapia. Proceso Creativo y Transformación, 7 (25-32). Recuperado de: https://arteterapiarevista.ar/entrevista-a-guillermo-molina-rus/