La clínica corporal dramática con máscaras

Resumen

La clínica corporal dramática con máscaras es una metodología de trabajo e investigación que se especializa en que la persona se reapropie de su cuerpo, desdibujado en muchos casos por las exigencias cotidianas, y a su vez, que se considere dueña de sí misma, de su lugar, del espacio que habita. Posee sus ritmos, su espacio, su tiempo, su permisibilidad sensible y su visibilidad, entre muchos otros rasgos. Esta apropiación en ocasiones surge a través de dramatizaciones o construcción de personajes que desenmascaran el vínculo latente de la persona con su cuerpo.

Palabras clave: técnicas corporales, imagen, gesto, mapa, máscaras.


 

“La máscara es un puente entre los mundos, el palpable y el imaginario.
Es poder ser simultáneamente uno mismo y otro”.
Luisa Valenzuela

Las técnicas de trabajo corporal dramático con máscaras implican cruces o acentos que jerarquizan más un recorrido u otro. Algunas centran su desarrollo teórico en relación al movimiento. Otras, al vaivén conceptual entre la energía y la pulsión y construyen su propia praxis. Otras tantas refuerzan la representación de la imagen y la elaboración de la fantasmática alojada en ella.

Muchas de estas técnicas conjugaron su identidad en el tramado histórico-social de siglo XX y conviven con la psicología, la filosofía, el psicoanálisis, la antropología, la sociología, las orientaciones terapéuticas gestálticas o junguianas y las terapias alternativas. Algunas tienen una confraternidad mayor con los avances genéticos, médicos, o con las distintas ciencias de la salud.

Algunas reconocen una cercanía mayor con el arte, la metodología técnica de la danza clásica y moderna, los juegos teatrales, las artes del espectáculo, lo performático o los recursos lúdicos y de improvisación en general. Otras conviven con las gimnasias tradicionales o de auge momentáneo.

Las orientaciones plásticas y musicales pueden incluir técnicas de movimiento o de acción o de representación. Cohabitan y fraternizan con miradas sobre el cuerpo que vienen de Oriente y rescatan en sus orígenes milenarios técnicas de equilibrio energético, de meditación, de respiración y artes marciales, entre otras. Filosofías que configuran un cuerpo distinto al cuerpo occidental que habitamos.

Sintetizaremos una clasificación orientadora de las técnicas corporales-dramáticas que desarrollamos en el Instituto de la Máscara desde hace más de 40 años: abarcan la concientización y sensopercepción, técnicas energéticas, lúdicas, dramáticas, fantasmáticas. Todas comparten el andamiaje de movimiento, energía, pulsión, esquema, imagen, fantasma, escena, gesto y máscaras, incluso más allá de sus objetivos.

Técnicas corporales

De acuerdo con David Le Breton:

El cuerpo no es una cosa, una sustancia o un organismo, sino una red plástica contingente e inestable de fuerzas sensoriales, motrices y pulsionales, o mejor aún, una banda espectral de intensidades energéticas, acondicionada y dirigida por un doble imaginario: el imaginario social y el imaginario individual (Le Bretón, 1990).

Este concepto de cuerpo como una red plástica da lugar a un abordaje clínico que implica poner en juego un abanico de técnicas y/o dispositivos corporales que abarcan orientaciones eutónicas, energéticas y sensopercerptivas que se enfocan en la concientización del cuerpo, en el registro de tensiones, dolores, posturas y apoyos, entre otras percepciones que llevan a una conciencia mayor del vínculo con el cuerpo. Otras apuntan a lo energético, a las cargas y descargas de energía en la vida cotidiana y la posibilidad de contribuir a una mejor distribución energética.

Lo lúdico y lo dramático

Podríamos afirmar que esta clínica, a partir de un abordaje lúdico, dramático, pone en acción al cuerpo en la búsqueda de expresividad y es el gesto con su potencial desenmascarador que deja ver otras facetas corporales que no siempre aparecen en las áreas de concientización corporal.

Las técnicas corporales-dramáticas que desarrollamos en el Instituto de la Máscara desde hace más de 40 años abarcan la concientización y sensopercepción, técnicas energéticas, lúdicas, dramáticas y fantasmáticas.

Los juegos dramáticos se orientan a la recuperación de la expresividad y la libertad contenida que puede desplegase en las improvisaciones, la construcción de escenas, ejercicios o juegos que permiten interactuar con los otros y contribuir a una mejor relación grupal. 

La fantasmática

Esta línea de investigación y práctica que desarrollamos en nuestro trabajo y que se encuentra descripta en nuestra producción bibliográfica (Buchbinder y Matoso, 1994; Matoso, 2004; Buchbinder, 1993) se refiere en especial a la representación del fantasma, a su corporización y al concepto de desenmascaramiento que permite, a partir de dibujos, modelados, collages, escritos ficcionales, utilización de objetos y máscaras, configurar, darle figurabilidad, carnalidad, a aquello que permanece oculto. Y la fantasmática está íntimamente ligada a la máscara, ya que se orienta a “poner afuera el otro cuerpo”, trasladarlo al espacio de la representación, a la escena, resaltar determinados rasgos que lo tornan comunicable. Sería otro modo de dar territorio a la imagen del cuerpo.

Máscaras

¿Por qué las máscaras?

Porque al enmascarar desenmascaran y por el desafío que implica su desciframiento, su decodificación.

“No se puede concebir al hombre si no es con máscaras. Toda acción humana la implica”, dice el epígrafe de nuestro primer libro Las Máscaras de las máscaras (Buchbinder y Matoso, 1994). Y en su contratapa se lee: “Son retazos milenarios de rostros que se adhieren a mi piel y que me llaman…”.

Significado

Máscara (Buchbinder y Matoso, 1994): la máscara, palabra que heredamos del árabe “masjara”, en su etimología griega significa “persona”, es decir, ese objeto que cubría el rostro en rituales y representaciones teatrales se denominaba persona, ya que facilitaba la resonancia de la voz con mayor potencia. La palabra personaje deriva justamente del vocablo latino “per-sonnare”. Este concepto, en una de sus significaciones, nos lleva a persona, es decir, a un tema nodal acerca de la identidad: ¿quién soy yo, la persona o la máscara?

La fantasmática está íntimamente ligada a la máscara, ya que se orienta a “poner afuera el otro cuerpo”, trasladarlo al espacio de la representación, a la escena, resaltar determinados rasgos que lo tornan comunicable.

Por otro lado, máscara alude al objeto construido para representar el rostro, objeto en sí mismo muy significativo en la historia de la humanidad.

El efecto de enmascaramiento-desenmascaramiento que podemos hilar a través de las máscaras nos traslada por ramificaciones insospechadas. Rituales, rostros de dioses, personajes monstruosos, extraterrestres, héroes mediáticos, ceremonias o divinidades inalcanzables cobran cuerpo, rostro, a partir de una máscara.

Las máscaras conectan con “lo otro”, con “el otro”, el que está debajo, atrás, oculto, cubierto, protegido por una máscara. La profesión del mascarero no solo se refiere al hacedor de máscaras, sino también a la persona que toma el molde del último rostro, el de la muerte, para “conservar viva” una cara en el mármol.

Las distintas tradiciones y comunidades se han espejado y se reflejan de manera permanente en sus máscaras. ¿Acaso alguien duda de que nuestros propios rostros conforman las máscaras de la gestualidad cotidiana?

Escena, gesto y máscara tienen un anclaje común: fijan, determinan e instalan una gestalt. La escena pone espacio-tiempo a la representación, alberga aquello que se representa. El gesto concretiza y determina un rasgo que es síntesis de recorridos teatrales, psicológicos, ficcionales o identitarios, según el enfoque desde el cual se lo considere. El movimiento corporal, como expresión de sensaciones o percepciones, es ambiguo, difuso. El movimiento forma parte de una territorialidad ambivalente, arrastra en su devenir emociones, junto con imágenes, intuiciones de formas sin superficie; son chispazos que emergen. Es decir, no tienen aún gesto, son un camino hacia la gestualidad.

Las distintas tradiciones y comunidades se han espejado y se reflejan de manera permanente en sus máscaras. ¿Acaso alguien duda de que nuestros propios rostros conforman las máscaras de la gestualidad cotidiana?

El gesto implica elección, condensación, elaboración simbólica, mediatización, intermediación, distanciamiento. De allí que se refiera al gesto como aquello que queda marcado, impreso, es una vía de comunicación entre mundo interno y/o externo.

La máscara exacerba aún más esa función de detención, de congelamiento de un rasgo, y en ese detenimiento o fijeza de marcas, las potencia, las define y las exacerba.

Escena, gesto y máscara son anclajes que dan mayor figurabilidad a un hecho, un acto, recuperan del movimiento, de la energía, del impulso pulsional, una marca, un trazo significativo, una huella, y así hacen huella.

Este tramado posibilita un juego de encastre, permite relacionar el gesto con la imagen, ya que conformar imagen también implica dar figurabilidad a aquello que permanecía oculto, sumergido en las profundidades del inconsciente, o darle forma a fantasmas que bailotean siempre en la imagen (recordemos que imagen etimológicamente significa fantasma, lo que está y no se ve, o lo que emerge más allá de la intencionalidad consciente).

Esta imagen constituye una máscara, acentúa una actitud, una cosmovisión, da una pertenencia, un anclaje. Y no olvidemos que esa máscara es persona, es decir, es un otro y es sí mismo simultáneamente, con sus deseos, pulsiones y fantasmas que quedan impresos, tatuados, en un gesto, en una máscara.

Para cerrar, recordamos las palabras de Luisa Valenzuela en su libro Diario de Máscaras: “Cada máscara es una historia en sí que va echando algo de luz sobre las infinitas sombras proyectadas por la incomprensible, dolorosa y exultante aventura de estar vivos”.

Bibliografía

Buchbinder, M. (1993). Poética del desenmascaramiento. Caminos de la cura. Buenos Aires: Planeta.

— (2001). Poética de la cura. Buenos Aires: Letra Viva-Instituto de la Máscara.

Buchbinder, M. J. y Matoso, E. (1994). Las máscaras de las máscaras. Buenos Aires: Eudeba.

— (2018). Mapas del cuerpo. Mapa fantasmático corporal. Buenos Aires: Letra Viva.

Le Bretón, D. (1990). Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión.

Matoso, E. (2004). El cuerpo, territorio escénico. Buenos Aires: Letra Viva.

— (2018). El cuerpo, territorio de la imagen. 4ta ed. Buenos Aires: Letra Viva-Instituto de la Máscara.

* Licenciada en Letras (Facultad de Filosofía y Letras, UBA). Directora del Instituto de la Máscara. Profesora Titular de la materia “Teoría General del Movimiento” en la Carrera de Artes (UBA). Directora de las Diplomaturas Corporeidad y Psicodrama (UAI) y Clínica corporal y arte (UAI). Autora de: El cuerpo, territorio escénicoEl cuerpo, territorio de la imagen; y de Las Máscaras de las Máscaras y Mapas del Cuerpo en coautoría con el Doctor Mario Buchbinder.

Cómo citar este artículo:

Matoso, E. (2019). La clínica corporal dramática con máscaras. Arteterapia. Proceso Creativo y Transformación, 6 (27-30). Recuperado de: https://arteterapiarevista.ar/la-clinica-corporal-dramatica-con-mascaras/