Reflexiones

En esta oportunidad quiero dejar un pequeño texto de índole reflexiva que brinde caminos para la producción teórica y singular de cada arteterapeuta.

Siempre me ha convocado la posibilidad de conocer la propia herramienta del pensamiento (alias “concepciones teóricas”) con la que operamos en el mundo de lo real. Evidentemente, nuestra práctica se ve delineada por concepciones generales que tenemos sobre el arte, el sujeto, los objetos, la salud, la producción y el proceso, entre otros.

Con el ánimo de develar ese cristal con el que miramos, y sabiendo que vemos según nuestro propio aparato (conceptual), propongo la aventura de suspender todos los criterios acerca del arteterapia para abordar (arteterapéuticamente, quizás) el develamiento de esa mirada.

Entonces, si prescindiéramos de buscar definiciones y jugáramos con las asociaciones que se entablan a partir de las dos palabras clave (“arte” y “terapia”), y pudiéramos desplegar en una hoja de gran tamaño aquellas sugerencias que provinieran desde nuestro espontáneo pensar, tal vez encontremos múltiples significaciones potentes en un posterior análisis.

Al modo de la técnica del brain storm, esta distingue dos momentos: primero, el de la lluvia de ideas propiamente dicha, donde se prohíbe cualquier tipo de enunciados de juicios o prejuicios, para que fluya sin ninguna obstrucción aquello que es asociado en el mismo fluido; segundo, el posterior análisis de lo emergido, evaluando su pertinencia y posibilidad de sustentación.

Avancemos entonces: vertamos en una hoja –en sitios opuestos de la misma–, las palabras por separado: “arte” y “terapia”. Luego, solo juguemos con las espacialidades entre las palabras que asociemos y el centro que las inspira. Por ejemplo, cerca de arte quizás escribamos “creatividad” y cerca de “terapia”, “elaboración”.

Si no pretendemos ningún resultado y nos “demoramosen esa experiencia (insisto, no debemos juzgar la pertinencia de la palabra que nos viene a la mente) nos encontraremos con una red de palabras que han surgido desde adentro y que quizás (quizás…) se relacione con pensamientos que tengamos y que no están en la superficie de nuestra conciencia.

Cuando ya no nos quede lugar en la hoja, tomaremos la decisión de seguir en otra o detenernos allí. Valga la oportunidad para decir que ya con eso disponemos de mucho material para trabajar y siempre tendremos la posibilidad de seguir reformulando lo que pensamos y ajustarlo según nuevos criterios a los que adscribamos.

Con todas estas palabras comenzamos nuestro segundo tiempo de acción: las leemos según diferentes cristales. ¿Qué enlaces podríamos producir uniendo una palabra cualquiera del lado del “arte” con otra cualquiera del lado de “terapia”? Se podría dar una cópula de palabras que visibilizaría una terceridad (así como arteterapia es una conjunción creadora), por ejemplo, “sensibilidad y elaboración”.

Luego de discurrir entre distintos acoplamientos pasemos a otra experiencia creativa, creadora y original (basada en nuestro origen): armemos frases que enlacen distintas palabras de ambos espacios diferenciados, yendo y viniendo cual costura o bordado, agregando más palabras según nuestra necesidad. Un ejemplo podría ser “la creatividad de lo simbólico a través del arte posibilita una elaboración de herramientas para las situaciones de la vida”.

Con el ánimo de develar ese cristal con el que miramos, y sabiendo que vemos según nuestro propio aparato (conceptual), propongo la aventura de suspender todos los criterios acerca del arteterapia para abordar (arteterapéuticamente, quizás) el develamiento de esa mirada.

Si nos tomamos el trabajo de registrar estas improvisaciones, ya a esta altura tendremos una buena cantidad de oraciones o párrafos que darán cuenta de pinceladas de pensamientos que salieron frescos del horno.

Podemos seguir si ya le tomamos el gustito de crear nuestra herramienta teórica a medida. De cada palabra vertida buscamos su opuesta (en el caso de “expresión” sería “inhibición” u “opresión”). Al menos se nos multiplica por dos el contenido de todo lo vertido allí y podemos seguir armando frases que argumentan los criterios que habitan en nosotros, en nuestras prácticas.

¿Quieren seguir más aún? Nos tomamos el trabajo entonces de definir cada término. ¿Cómo distinguimos “creatividad” de “creación” o “expresión” de “comunicación”? Así, continuamos multiplicando términos y precisando pensamientos, lo cual nos puede habilitar a nuevas ideas y, por lo tanto, nuevas posibilidades de intervención, ya que, como dice el dicho: “no hay nada más práctico que una buena teoría”.

¡Que lo disfruten!

* Licenciado en Psicología. Profesor de Psicología en Nivel Medio y Superior. Psicólogo social. Magíster en Gestión Educativa. Cofundador y codirector de la Primera Escuela Argentina de Arteterapia. Fundador del Movimiento Argentino de Arteterapia. Autor de diversos libros, entre ellos: Creatividad, Psiquismo y Complejidad; Poéticas del tiempo; Arteterapia. Semánticas y Morfologías, y Clínica del Pensamiento Arteterapéutico.

Cómo citar este artículo:

Reisin, A. (2019). Reflexiones. Arteterapia. Proceso Creativo y Transformación, 6 (5-6). Recuperado de: https://arteterapiarevista.ar/reflexiones/