Una trayectoria médica en función del arte

Resumen

Este artículo[1] sintetiza la experiencia de un profesional en los mundos del arte y la medicina, que influyó en su actual desempeño en el campo del arteterapia. Describe también algunos aspectos de la formación realizada por el autor en el Institut National d’Expression, de Création, d’Art et Thérapie (INECAT) de París, dirigido por Jean-Pierre Klein.

Palabras clave: trayectoria, formación, campo profesional, interdisciplina, actualidad, INECAT.


Es una alegría poder compartir estas líneas con los lectores de la revista Arteterapia. Proceso Creativo y Transformación. Desde su primera edición, sigo con entusiasmo sus páginas, y espero que pueda ser uno de los muchos espacios que permitan el intercambio y el desarrollo en torno a la profesión e interdisciplinariedad arteterapéutica.

Para empezar a compartir mi recorrido de estos últimos años, me gustaría abordar primero los movimientos de dos órbitas (la medicina y el arte) en apariencia independientes pero que terminarán por encontrarse girando de manera elíptica alrededor de un mismo centro de gravedad (el cuerpo).

Medicina

Se me hace difícil explicar por qué estudié medicina, y aun a pesar de ello, estoy agradecido de haberlo hecho. Ser médico es algo que define el lugar en el que hoy me encuentro.

El funcionamiento del cuerpo humano me parece fascinante y admirable. Supongo también que desde un principio me atrajo la posibilidad de conocer algo más de la intimidad biológica que todos compartimos, algo más de esa sabiduría “inconsciente” que nos sostiene y nos anima. Creo que justamente el cuerpo fue para mí uno de los primeros grandes misterios, y la medicina me permitió acercarme lo suficiente como para percibir algo de lo que existía ahí, “detrás de las cortinas”, en el “backstage” o en la “cocina” de la vida. En síntesis: estudié medicina por curiosidad, admiración e intriga.

Sin embargo, mis intenciones no fueron las únicas que definieron esta parte de mi circuito vocacional. Los años de estudio y práctica médica me permitieron conservar la sensibilidad frente al sufrimiento. Si bien no era mi objetivo –al menos no de manera consciente– la medicina me enfrentó constantemente al diálogo con el otro que sufre (la clínica). Este continúa siendo el lugar desde el que se ejerce la toma de decisiones y desde el que nace la fuente del conocimiento compartido en el ámbito médico.

Creo que para una gran parte de la sociedad, hacer de cuenta que el sufrimiento y el dolor no existen es una gran tentación. No parece haber ventajas ni seguridades que nos permitan adentrarnos en estas realidades que no ofrecen garantías, sino más bien dudas, miedo, sensaciones desagradables y preocupación. Pero para mí, estas realidades se presentaban como un desafío, y formarme como médico significó ese salto de confianza hacia lo desconocido en mi propio sufrimiento y en el de los demás. Como dice una frase de una artista amiga, publicada en Instagram: “el miedo es una reacción; el coraje, una decisión”. Se podría decir que agradezco a la comunidad médica por haberme acompañado y educado en el coraje de acompañar en el sufrimiento, con la determinación de que detrás de esta decisión controvertida se descubre una faceta fundamental y de gran valor para la experiencia humana.

El funcionamiento del cuerpo humano me parece fascinante y admirable. Supongo también que desde un principio me atrajo la posibilidad de conocer algo más de la intimidad biológica que todos compartimos, algo más de esa sabiduría “inconsciente” que nos sostiene y nos anima.

Arte

Me gustaría avanzar hacia la segunda órbita de mi vida: el arte, que despertaba un encantamiento parecido al que despertaba en mí el acompañamiento.

Desde chico, había tenido experiencias artísticas fuertes, en especial en relación con algunos escenarios y sonidos. Y desde que tuve la posibilidad de empezar a decidir qué hacer con mi tiempo, siempre destiné suficiente a seguir alimentando esta experiencia, que era sobre todo emocional: tocando el piano, integrando una banda, interpretando obras de comedia musical, dando forma a los materiales que encontraba a mano, bailando en una compañía de danza, escribiendo y compartiendo historias de vida.

Mi camino artístico fue autodidacta, pero me acompañaron muchos amigos y artistas que, a través de su entrenamiento, trabajo, inspiración y tiempo en común, me ayudaron a moldear mi práctica y mi mirada acerca de la creación. Hoy soy intérprete escénico, y cada minuto arriba de cualquier escenario es para mí un privilegio y una alegría.

El arte promete la vida. Encarar un proceso creativo artístico significa tener entre manos una herramienta para abrir posibilidades. El arte invita a todas las personas a crear un camino genuino; donde la belleza es protagonista del recorrido, y el sufrimiento es integrado a través de la rebeldía y la esperanza. Es también un paso hacia lo desconocido, pero en este caso, llevando con nosotros el placer del camino, o quizás la aceptación de su sana locura.

Contemplando mis movimientos a través de estas dos órbitas en aparente contradicción, pienso que tal vez sea el cuerpo aquel centro de gravedad que siempre nucleó mi trayectoria. Como mencioné, las vivencias artísticas impactaban sobre todo en mi sensibilidad y en las sensaciones que se iban haciendo cuerpo en mí. La medicina me permitía acercarme a esta experiencia corporal íntima que el arte me brindaba y, por otro lado, el sufrimiento se encontraba ligado profundamente al origen de ambas prácticas. Medicina y arte se hacían experiencia concreta de vida. Quizás mi vocación esté definida por este amor por la investigación del cuerpo: médico y artístico.

Sin embargo, al tiempo que terminaba la carrera de médico, aún no tomaba distancia suficiente para entender esta narrativa.

Arteterapia

Si bien nunca dejé de frecuentar los escenarios y de prestarle mucha atención a mis inquietudes artísticas, fue con la práctica médica hospitalaria que mi mirada sobre la terapéutica cambió de manera definitiva hacia la aproximación arteterapéutica. Había algo en los hospitales que no andaba bien. Había algo en los cuerpos, tanto de acompañantes como de acompañados, que perjudicaba la curación como yo la había aprendido y como la propia medicina me la había enseñado.

Mi camino artístico fue autodidacta, pero me acompañaron muchos amigos y artistas que, a través de su entrenamiento, trabajo, inspiración y tiempo en común, me ayudaron a moldear mi práctica y mi mirada acerca de la creación.

Para los trabajadores del sistema de salud, el hospital no representaba un alivio para la alienación típica de algunos sistemas laborales de hoy en día: en contextos privados, el factor económico era el de mayor peso e impacto en la toma de decisiones, y en contextos públicos no existía ningún tipo de autoridad o estructura para garantizar una calidad de atención mínima para los pacientes. Entré en crisis, no veía ninguna solución al problema del acompañamiento para las personas en sufrimiento, sino una perpetuación –e incluso agravamiento– del dolor, que además agregaba una gran cuota de contradicción y falta de sentido profesional. ¿Cómo era posible que la intención de potenciar los procesos de salud implicara el enquistamiento de los estados de enfermedad?

En ese momento el arte fue un refugio ante la incoherencia. Cuando digo que entré en crisis no lo digo solo en sentido literario, sino también en sentido literal. Entre otras cosas, empecé una psicoterapia –algo que nunca había hecho antes– que me ayudó mucho en el momento de mayor dificultad. Pero el lugar desde donde pude realmente volver a construir de manera sensible, corporal, fue desde el movimiento, el teatro, el canto, la música, la escritura, el baile, la filmación. Casi en simultáneo me topé por primera vez con la palabra “arteterapia”. La leí en el aviso de un taller (al que terminaría por asistir) dado por Angélica Shigihara. Desde ese día me fui involucrando cada vez más con esta disciplina que hoy se convirtió en mi vocación.

Es muchísimo lo que podría reflexionar acerca del papel que tuvieron y tienen los procesos creativos en mi salud, pero, en síntesis, puedo afirmar que fueron una gran cantidad de experiencias personales y comunitarias las que me llevaron a convertirme en arteterapeuta. Esas experiencias hoy cobran sentido al ver la necesidad y el impacto que la mediación artística y el arteterapia pueden tener en los procesos de transformación tanto individual como social.

INECAT

Ya con el proyecto claro de dedicarme por completo al acompañamiento a través del arte, empecé a pensar en la posibilidad de viajar al exterior para formarme. Si bien Argentina cuenta con ámbitos de capacitación de alta calidad, los recorridos de los colectivos de profesionales en otras regiones, en particular de Estados Unidos y Europa, me parecían muy interesantes también. Además, sentía que si me iba tendría la oportunidad de incorporar diversidad y conocimiento al país.

Supe de la existencia del INECAT en París y de la línea de trabajo e investigación de Jean-Pierre Klein durante una conversación con la Dra. Mariana Attwell, quien se formó allí. Después de más de dos años, y tras mi paso por la Residencia de Salud Mental Infanto-juvenil del Hospital Elizalde, se dieron las circunstancias para viajar a Francia en 2017. Durante ese tiempo también cursé el primer año de formación en la Primera Escuela Argentina de Arteterapia, donde empecé a sentar mis bases y a recibir entrenamiento profesional.

En los próximos párrafos me gustaría dejar un poco de lado mi historia personal para referirme más concretamente a ciertas características de la capacitación en el instituto francés.

Los requisitos para formarse en médiation artistique y en art-thérapie en el Institut National d’Expression, de Création, d’Art et Thérapie[2] son: poseer un título de grado en artes, educación, ciencias sociales, salud o afines; ser mayor de 24 años para el primer ciclo (mediación artística) y de 27 años para el segundo ciclo (arteterapia); tener una trayectoria artística de la cual se pueda dar cuenta, y realizar una serie de entrevistas con las distintas autoridades del instituto en las que se evalúa el compromiso vocacional de los aspirantes. Si bien la totalidad de la formación se dicta en francés, no requiere certificaciones en idioma. La realidad es que, más allá de los requisitos necesarios, tanto el proceso de admisión como la formación son personalizados. Una colega argentina que se formó allí me transmitió su experiencia mediante varias conversaciones telefónicas. Esto fue vital para que pudiera decidir y lograr ingresar.

El arte promete la vida. Encarar un proceso creativo artístico significa tener entre manos una herramienta para abrir posibilidades. El arte invita a todas las personas a crear un camino genuino; donde la belleza es protagonista del recorrido, y el sufrimiento es integrado a través de la rebeldía y la esperanza.

El INECAT ofrece una formación completa en sus tres niveles: vivencial, conceptual y laboral. Su programa está enmarcado en las formaciones profesionales del sistema de educación profesional francés, que requiere una combinación de horas de teoría, horas de práctica (traducidas en nuestra disciplina en forma de talleres experienciales) y horas de pasantía. Para el primer ciclo se tienen que cumplir alrededor de 500 horas teóricas y de talleres, y 300 horas de pasantía. Para el segundo ciclo se agregan 270 horas teóricas y de talleres, y 100 horas de pasantía. Este sería el costado técnico, que se destaca por su exigencia. Los profesionales son de muy buen nivel y cuentan con muchos años de experiencia.

El otro costado sería el sensible, que se destaca por su cercanía y accesibilidad. Se podría decir que el instituto sigue conservando su parte “familiar”. Pude establecer vínculos cercanos con todos los formadores y profesionales encargados del instituto, personas muy comprometidas con su tarea de enseñanza y transmisión. Desde el propio Jean-Pierre Klein, hasta la secretaria pedagógica, Veronique Gouérou, todos se mostraron completamente disponibles para entablar conversaciones y compartir experiencias en torno al arteterapia. Si bien el instituto está lejos de ser una universidad, se respira un ambiente universitario en el sentido de la apertura al diálogo, el intercambio y la vocación por el crecimiento y la investigación del campo.

Mientras se avanza en el programa, es necesario redactar reportes sobre todos los cursos, talleres y pasantías. Se requiere muchísimo trabajo para estar al día, ya que en los textos es necesario dar cuenta, por un lado, de la capacidad de descripción y análisis, y por otro, de la profundidad de mirada. Lógicamente, es la misma exigencia que encontramos después en el propio campo del arteterapia. La totalidad de los escritos permiten acceder a las entrevistas para la preparación de la tesis. Una vez terminada, esta debe ser defendida frente a un jurado de profesionales para obtener el título correspondiente.

Volviendo a mi historia personal, en la actualidad me encuentro terminando una etapa de formación y empezando una de nueva práctica profesional. Agradezco las circunstancias fortuitas y planeadas que me invitan hoy a dedicarme a la mediación artística y al arteterapia en la Argentina. Es un campo nuevo, desafiante y político, que no está exento de dificultades.

Espero que entre todos podamos defender una práctica responsable y profesional que garantice la transformación que el arte promete. Deseo que podamos generar espacios sensibles y técnicos para seguir presentando nuestra práctica a la sociedad, sin renunciar a nuestros ideales, necesidades y compromisos previos. Anhelo que se multipliquen las vocaciones de acompañar desde la esperanza, el compromiso y el cuidado. Espero que no perdamos la capacidad de sentir ni la valentía de transformarnos y que esta profesión sea un canal que integre estos deseos a nuestras vidas personales y profesionales.

 

[1] En cinemática, trayectoria es el lugar geométrico de las posiciones sucesivas por las que pasa un cuerpo en su movimiento.

[2] Sitio web: http://www.inecat.org/

* Médico (Universidad Austral), arteterapeuta y mediador artístico (Institut National d’Expression, de Création, d’Art et Thérapie, INECAT). Intérprete escénico autodidacta formado en música, piano, técnica vocal, comedia musical, hip-hop y danza contemporánea. Actualmente se desempeña como arteterapeuta en el Servicio de Cuidados Paliativos del Hospital Italiano de Buenos Aires. Realiza también acompañamientos individuales y talleres de mediación artística para instituciones públicas y privadas.

Cómo citar este artículo:

Segura, F. (2019). Una trayectoria médica en función del arte. Arteterapia. Proceso Creativo y Transformación, 2 (4). Recuperado de: https://arteterapiarevista.ar/una-trayectoria-medica-en-funcion-del-arte/